En el centro de un momento en que la atención pública está centrada en el juego sucesorio del poder, la inseguridad se está saliendo de cauce y está escalando la agresividad por las guerras entre grupos delictivos y las respuestas violentas a la expansión de la presencia de las fuerzas federales de seguridad.

La violencia delictiva en Chiapas, el secuestro ahí de funcionarios de seguridad para intercambiarlos por una presunta secuestrada, las minas colocadas en el paso de vehículos militares en Michoacán, el bombazo en Tapachula, el asalto audaz y retador a una joyería en el centro comercial de alto poder adquisitivo de Antara, el coche bomba en Guanajuato, los asesinatos en Guamúchil, el reclamo de la jerarquía eclesiástica por el asesinato no resuelto de dos sacerdotes jesuitas, la protesta del obispo de Morelos por la inseguridad en la emblemática autopista México-Cuernavaca que simboliza un eje del poder económico y la autorización presidencial para el pacto entre las buscadoras de desaparecidos y las bandas criminales.

En un primer enfoque se puede tener la percepción de que está creando un clima de inseguridad propio del vacío político de procesos electorales importantes, pero también, y a partir de experiencias anteriores, se debe alertar que se trata de un ambiente de inestabilidad en un momento político de replanteamiento de alianzas.

El crimen organizado, hasta hoy, parece carecer de enfoques estratégicos de seguridad en ambientes políticos, pero ha probado tener comportamientos violentos en función de su propia percepción de circunstancias políticas, además de que en 2021 y ante la incapacidad del INE de Lorenzo Córdova Vianello, el crimen organizado sí influyó en resultados electorales que favorecían sus espacios de poder.

La estrategia de seguridad del Gobierno federal no parece tener la variable político-electoral y todo se circunscribe al escenario policiaco, pero sobran los testimonios que han revelado que los grupos delictivos han comprado lealtades políticas en algún momento tendrán un valor de inseguridad.

Zona Zero

  • La relación seguridad-política se acaba de aparecer en Ciudad de México con el provocador asalto a una joyería en el centro comercial Antara, porque afectó a la alcaldía de Miguel Hidalgo cuyo jefe panista se perfila como candidato a la jefatura de Gobierno y obligó a visibilizar al secretario capitalino de seguridad, Omar García Harfuch, que sigue colándose a codazos en la lista de precandidatos modernistas al gobierno capitalino.

 

(*) Centro de Estudios Económicos, Políticos y de Seguridad.

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