El secuestro de 16 trabajadores de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana de Chiapas, el estallido de un autobomba en Colima; el asesinato de Hipólito Mora, en Michoacán, deberían servir para reconsiderar la auto celebración presidencial de mañana sábado.

¿Qué celebra el Presidente si después de haber ganado el cargo por el que peleó 18 años el país está en llamas y el único que no lo ve es él?

Cinco años después del triunfo histórico de Andrés Manuel López Obrador en las urnas, muy poco hay que presumir.

Salvo el incremento de los beneficiarios de los programas sociales -cuya nula planeación tienen ahogado al Gobierno a pesar de que se diga lo contrario-, poco hay que celebrar.

López Obrador no ha cumplido las dos promesas más importantes de su campaña: pacificar el país y acabar con la corrupción.

Estudios y más estudios, análisis de riesgos por zonas, por estados y hasta por colonias, demuestran que la delincuencia organizada ha avanzado como nunca gracias a la estrategia, si así puede llamarse, de seguridad aplicada por este Gobierno.

López Obrador pegó de gritos cuando el jefe del Comando Norte de Estados Unidos, el general Glen VanHerck, declaró el 18 de marzo del 2021 que “entre el 30 y el 35%’’ del territorio nacional estaba controlado por los cárteles.

VanHerck, quien estuvo ayer de visita en nuestro país y se reunió con los secretarios de la Defensa y Marina de manera informal, dijo que los cárteles operan “en áreas que son con frecuencia ingobernables’’.

Un estudio reciente establece que ese porcentaje llega actualmente al 82 por ciento.

López Obrador prometió, el 22 de julio pasado, hace casi un año, que “si la estrategia de seguridad no funcionara, seríamos los primeros en cambiarla’’.

Dijo que lo haría “por honestidad intelectual’’.

¿Qué más pruebas requiere para darse cuenta de que los abrazos y acusar a los delincuentes con sus mamás y sus abuelitos es un rotundo fracaso?

En el momento de redactar estas líneas, hay 16 familias en Chiapas rogándole al Gobierno que atiendan las peticiones de los secuestradores, cuatro familias velando a sus muertos en La Ruana, Michoacán, y 10 familias de policías de la Guardia Nacional en las salas de espera de los hospitales en donde convalecen sus hijos/esposos afectados por la exposición de un coche bomba.

En cualquier otro país, sería suficiente para cancelar o posponer cualquier festejo masivo.

El Presidente dijo hace unos meses que “si fracasamos en seguridad, se perderá nuestro legado’’.

A lo mejor ya se le olvidó.

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José Ramón de la Fuente ya tenía previsto regresar al país… pero como secretario de Relaciones Exteriores.

No se le dio y ahora se desliga del Gobierno para regresar a la UNAM como responsable del estudio de la globalización; o algo así.

Algunos ven su regreso a la UNAM como un intento de incidir en el proceso de sucesión del rector Enrique Graue, pero el coto de poder que podría tener en la casa de estudios es ahora muy limitado.

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La exjefa de gobierno de Cdmx Claudia Sheinbaum estuvo en Lázaro Cárdenas, Michoacán, en donde destacó el rescate de Fertinal como una de las decisiones de apoyo al campo más importante del presidente López Obrador.

Su visita a este municipio sirvió también para conmemorar al general Lázaro Cárdenas.

“Realmente pasó a la historia por consagrar muchos de los anhelos de la revolución mexicana; a Lázaro Cárdenas se le recuerda por haber hecho la verdadera reforma agraria en nuestro país, se le recuerda por la expropiación petrolera, por ser uno de los grandes héroes que marcaron nuestra patria”, dijo.

LEG