No conforme con quedarse con el dinero de más de diez mil compañeros mineros, equivalente a mil millones de pesos, Napillo acumula una serie de acciones torcidas y ventajosas que lo único que evidencian son las ganas que tiene de seguir enriqueciéndose y de menospreciar al gremio.

Es difícil definir qué de lo que ha hecho ha sido más grave, si el desfalco económico antes mencionado y que arrastra desde hace más de 18 años, si su responsabilidad en la muerte de los 65 mineros de Pasta de Conchos, si la extorsión a las empresas, si su engaño al pueblo de México al ocupar una curul en el Senado de la República siendo canadiense o bien el uso desmedido y grosero que ha hecho de los recursos del Sindicato Minero con los que se ha pagado varias mansiones, autos de lujo y una vida llena de excesos.

Estas por supuesto, no son las únicas fechorías del gran currículo de Napoleón Gómez Urrutia, hay otras tantas que iremos desenmascarando más adelante; sin embargo, es importante recordar un hecho del que casi no se habla, pero que fue fulminante para la democracia sindical y que, sin duda, fue la culminación del secuestro del Sindicato Minero por parte del hijo del exlíder.

Napillo nunca ha sido minero y llegó a la secretaría general del Sindicato Minero en medio de pura transa; aseguró que era su herencia y como tal la reclamó; se apoderó de prácticamente todo: de las arcas del sindicato, de las propiedades y de lo más valioso de una organización sindical, los estatutos.

Sin una asamblea de por medio y sin la autorización de los compañeros, Napillo se proclamó no sólo líder eterno del sindicato, sino dueño absoluto y lo hizo no de palabra, sino en papel, es decir, modificó los estatutos como se le dio la gana y creó la figura de presidente para, por supuesto, autonombrarse, pero eso no fue todo, de acuerdo con uno de los artículos de los estatutos, dicho presidente tiene el poder de vetar cualquier decisión del Comité Ejecutivo Nacional y del Consejo General de Vigilancia y Justicia, es decir, él y solo él tendrá la última palabra.

También se dio el lujo de blindar esa posición para que solo él pueda ocuparla, ya que uno de los requisitos para ser candidato a presidente es ser o haber sido secretario general, cuando básicamente él es el único que ha ocupado ese cargo tras la muerte de su padre.

Entre las monerías que esconde este puesto, está que el presidente puede ser nombrado por tiempo indeterminado, es decir, por toda la vida.

Napillo también blindó la administración de los recursos, es decir, aprobó que estos se manejaran en completa opacidad; de acuerdo a uno de los artículos, una vez terminada la gestión y de no haber sido denunciada alguna falta, está será archivada, es decir, cualquier acusación posterior queda sin efecto. Por si fuera poco, Napillo también se autoaprobó que el presidente y el secretario general pueden disponer de los bienes del sindicato.

Gómez Urrutia mantuvo en secreto toda esta información; sin embargo, una investigación periodística la dio a conocer, datos que aún desconocen los pocos trabajadores afiliados a su sindicato y que el Comité Nacional calla.

Ese es el mismo cínico que asegura luchar por los derechos laborales, el mismo que afirma preocuparse por la clase obrera, el que se dice el mayor defensor de la democracia sindical, peor aún, el que Morena hizo presidente de la Comisión de Trabajo del Senado de la República, sin duda, todo él es un auténtico fraude y una burla y pena para la auténtica lucha obrera.

 

    @CarlosPavonC