Imaginar a AMLO ejerciendo un maximato, evocando a Calles, es calificarlo demasiado alto, en un lugar que no le corresponde”.

Pablo Hiriart

¿Quién pensaría hace dos meses que Andrés Manuel López Obrador se convertiría en el principal obstáculo de Morena hacia la sucesión presidencial? Después del inicio de las precampañas de sus corcholatas, AMLO les dejó muy claro los términos y condiciones para que su “dedito” señale finalmente a su elegida (o). Sin embargo, el Presidente decidió ir más allá para convertirse en el máximo protagonista de la campaña presidencial.

AMLO se impuso como la única voz autorizada en el proceso electoral, algunos creímos, erróneamente, ver la sombra de Calles y el inicio de un nuevo maximato en México, rectifico mi error: Calles a pesar de sus errores -y horrores- fue un estadista, creador de instituciones y un visionario que entendió que México no podía seguir por el camino de la violencia y a partir de la creación del PNR (PRI) surgió un sistema de partidos que apartó a los militares y llevó a los civiles al poder.

López Obrador carece de la capacidad intelectual para hacer de Morena lo que sí pudo hacer Calles con el PRI. Lo que sí tiene es una ambición sin límite y un egocentrismo patológico que le impide comportarse como un Presidente funcional en favor de todos los mexicanos. El delirio de AMLO es muy particular: el minimato.

Me explico: en su locura, él imagina a México como un país sin leyes o muy pocas, un país ya no de ciudadanos sino de siervos, un país sin instituciones o sólo aquellas que le sirvan para perpetuar la pobreza y la rentabilidad política de la marginación. Sueña con una nación sin partidos, sin democracia ni libertad. En su delirio, AMLO vislumbra un México mediocre, dónde él pueda destacar desde su pequeñez, entre todos.

Ante la pasividad e incompetencia de los partidos de oposición, parecía que López Obrador podría salirse con la suya, pero en un acto de soberbia, inició una guerra innecesaria contra Xóchitl Gálvez (XG) y a partir de allí, el descontrol y la paranoia se han instalado en Palacio.

AMLO se ha convertido en el principal promotor de XG en detrimento de sus corcholatas que, pérdidas en unas campañas que no van a ningún lado, no dan crédito al ver como el Presidente está dedicado de tiempo completo a construir la candidatura de Gálvez. Un día sí y otro también, en su rol de eterno candidato, se dedica a atacar y a descalificar a XG con argumentos plagados de mentiras, provocando que el fenómeno mediático de Xóchitl vaya creciendo día tras día a costa de Morena y sus candidatos.

¿De qué le sirvió a López Obrador recorrer el país tantas veces si al final no entendió nada? Cuando ataca a XG está atacando el “mexican dream” de muchísimas mexicanas: una mujer de origen humilde -además indígena- que pudo terminar su carrera en la UNAM, que es hoy una empresaria exitosa y además podría ser la primera presidenta de México en 2024.

AMLO no entiende que esa es la historia con la que sueñan muchas mujeres -un país mayoritariamente femenino- y que, a pesar de nuestro machismo, el estilo “recio y respondón” de XG representa también a muchos hombres.

Ahora se entiende la cara de amargura y el desconcierto de Claudia Sheinbaum; de ser la favorita de AMLO y su cuasi ungida, es hoy por hoy la peor candidata posible para la 4T. Su campaña está estancada y se le ve frustrada, enojada. El Presidente ha pasado de ser su solución a su más grave problema. Todo lo que suma a XG le resta a ella.

López Obrador, por su lado, ha iniciado un camino sin retorno. En 2024 es él vs. Xóchitl Gálvez. Nada lo va a detener, será mucho más que una elección de Estado; es ya un tema personal. Su locura. su minimato.

@Pancho_Graue

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