Hector-Zagal
 

Héctor Zagal

(Profesor de la Facultad de Filosofía en la Universidad Panamericana)

La semana pasada se estrenó “Barbie: la película”. A mí me resultó curioso advertir que el largometraje no está dirigido para los niños. En realidad, parece estar cargado de una consciencia social mayor a la que esperaríamos. Su sinopsis señala que “Después de ser expulsada de Barbieland por no ser una muñeca de aspecto perfecto, Barbie parte hacia el mundo humano para encontrar la verdadera felicidad”. La película saca al personaje de Barbie del mundo fantasioso en el que vive para introducirla en el mundo real, lo que desprende una serie de contrastes que sirven a manera de crítica social. ¿Ustedes ya la vieron? ¿Les gustó esta nueva representación de la muñeca?

Y hablando de muñecos, ¿se han preguntado por qué a los niños les gustan tanto los juguetes antropomórficos?

Barbie y Max Steel son los grandes ejemplos de la compañía Mattel. En el caso de Hasbro, la competencia, también las líneas de juguetes más exitosas de su historia han sido antropomórficas, incluso cuando éstas no han llegado a representar humanos como tal; pensemos en los robots de Transformers, por ejemplo.

No podríamos decir que es un tema generacional pues, así como los pueblos nativos de América utilizaban hojas de maíz para formar figuras humanoides con las que los niños jugaban, así hoy los niños siguen divirtiéndose con minifiguras de Lego, la marca de juguetes más vendida en el mundo.

Pero respondiendo a la pregunta inicial, me parece que la respuesta se centra en que los niños son grandes contadores de historias y sus juguetes son los actores de las obras de teatro o de las novelas que ellos mismos, aun sin saberlo, terminan escribiendo. Y es que, si lo pensamos bien, es normal y hasta natural que así sea. A edades tempranas, los niños aprenden a relacionarse con los demás, lo que los lleva a conocer paulatinamente las dinámicas sociales de su entorno. Jugar a crear historias les ayuda a hablar, a organizar sus ideas, pero sobre todo, los fuerza a apreciar mejor su realidad para después representarla en sus historias.

Barbie, de hecho, nació casi de esa forma. Ruth Handler, creadora de la muñeca, se dio cuenta de que su hija Bárbara prefería jugar con muñecas de papel antes que con bebés de plástico. ¿La razón? La niña se había dado cuenta de que la muñeca era mucho más versátil, pues con ella podía jugar bajo cualquier temática y no sólo cuidando bebés. De ahí que hoy Barbie sea una muñeca con cientos de profesiones, como si de una actriz multifacética se tratara.

No hay duda de que la infancia trae consigo una imaginación que muchos escritores adultos quisieran.
¿Ustedes recuerdan a qué jugaban cuando eran niños?

Sapere aude!

@hzagal

Profesor de la Facultad de Filosofía en la Universidad Panamericana