Lejos del ruido con que nos encontramos allá afuera acerca de los libros de texto –sobre si son una herramienta que promueve el comunismo, o bien, con quejas que sólo aspiran a ser eso y no verdaderos argumentos que propongan un debate que enriquezca la conversación–, valdría preguntarse qué es lo que realmente sucede con estas implementaciones, cómo y por qué surge este debate de los nuevos libros de texto de la SEP.
Partamos por el principio: a la Secretaría de Educación Pública (SEP) le fue exigido someter los libros de texto a una revisión hecha por especialistas y gobiernos estatales. Si no lo hacían, se verían obligados a suspender momentáneamente la distribución de estos ejemplares.
Sin embargo, el pasado martes 1 de agosto –mismo día que el Juzgado Tercero de Distrito en Materia Administrativa determinó un plazo de 24 horas para acatar la orden– el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció que no darían cese a la distribución, pues “no hay ningún juicio de amparo que impida el que se distribuyan los libros, no hay nada que impida eso”.
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Pero, ¿quién o quiénes fueron las personas o grupos que interpusieron este amparo en contra de la SEP para frenar la distribución de estos nuevos libros de texto? La Unión Nacional de Padres de Familia (UNPF). En entrevista con este diario, Israel Sánchez Martínez, encargado de la Presidencia del Organismo, le mencionó a Ángel Ortíz que la inconformidad general de la UNPF se debe a la elaboración de la SEP para con los libros de texto; es decir, que se hicieron los contenidos sin consultar a personas expertas en todos los sectores involucrados.
Paralelamente, afirmó que los contenidos van en contra de las directrices marcadas en la Constitución y que “los padres de familia deben exigir que los libros de texto sean derivados de los planes de estudio, los puede revisar y si el libro no lleva la información, pues simplemente lo puede regresar, se tiene ese derecho, si no coincide, regresarlo”.
Ahora bien, se acusa que el contenido aparentemente fue realizado sin supervisión, con un propósito polarizante, con ciertas tendencias que favorecen la falta de crítica. En general, que los libros pueden generar cierto rezago en el estudiantado, pues fueron planeados al vapor, como señaló el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO).
Finalmente, hemos podido observar la filtración de un sinnúmero de fotografías del contenido de algunos libros, y si bien no es perceptible ningún tufo de propaganda comunista, sí se evidencian inconsistencias y errores puntuales que no deberían presentarse en un material didáctico que funge como una de las herramientas para el desarrollo académico y profesional de los alumnos. Menos aún, saber el error o lo inviable y hacer oídos sordos. Valdría entonces, más que lanzar querellas hueras, observar con detenimiento y exigir lo propio, que se respete lo que tenga que ser respetado y pensar que, con todo esto, quienes más son afectados y menos se dan cuenta de ello, son las infancias.