El abstencionismo marcará con toda claridad la derrota del Frente Amplio por México si no cambia de estrategia electoral. Tradicionalmente la absorción de la inconformidad contra el gobierno en turno es responsabilidad de la oposición. Porque de nada sirve apoyar a alguien que se rechaza y, en este caso, la oposición se debilita conforme se acercan las elecciones. A ese ritmo no habrá contrincante.
Primero, se pasaron todo el sexenio sin propuestas y con denostaciones, luego ensayaron con la imposición de líderes mediáticos que no tenían vínculos con la sociedad y ahora, a la hora de tener líderes con propuestas claras, siguen cuestionando todo lo que hace el gobierno, como es el caso de los libros de texto, discusión que ya cumplió más de medio siglo porque el PAN, desde su aparición en 1959, cuestiona su existencia.
A la oposición una derrota de Morena no la conducirá a una reflexión profunda, de todas maneras esa situación está trazada desde hace tiempo y no es una sorpresa para nadie, la derrota de la oposición que motive su examen de conciencia sería que subiera, considerablemente, el nivel de abstencionismo, que es una expresión de que esa parte de la población no encontró ni consigna, ni color, ni partido, ni candidato al que debía apoyar.
La sociedad preferirá abstenerse antes que votar por un régimen que no quiere, pero tampoco puede atreverse a fortalecer una política que nunca supo comunicar algo a la población.
Porque de nada les sirvió crear un grupo de “expertos” para seleccionar a su candidato si en realidad, como asegura el senador panista Jorge Luis Preciado, ya estaba definida la candidatura. Y si ya estaba definida la candidatura, cuál sería la labor de los especialistas en cuestiones electorales que contrató el Frente Amplio, la única respuesta es la edificación de un fraude electoral.
Ante este peligro, de ganar a la mala o tratar de equilibrar fuerzas a sangre y fuego, en el Poder Legislativo, la sociedad preferirá darle la espalda a todos los concursantes, ya que con ninguno se identifica, de tal suerte que ahora tendrá que surgir una opción nueva que mueva de su pasividad a los abstencionistas, que seguramente crecerán en cantidad, y de ese número de abstencionistas dependerá la fortaleza o debilidad de una oposición que apenas despierta a su realidad.
Las trampas de la selección de candidatos parecen estar presentes en todas las fuerzas políticas, en todos los partidos, lo que valdría la pena conocer son los nombres de los candidatos y sus propuestas, de otra manera la indiferencia que caracteriza a los abstencionistas será una llamada de atención para tres partidos reunidos en una alianza que deberán prácticamente refundarse. Porque si los tres partidos juntos, que integran la alianza opositora, no pueden vencer al rival y, sobre eso, hacen que el abstencionismo crezca, exigen una cirugía mayor o corren el peligro de desaparecer.
Hay muchos mexicanos que le han dado la espalda a la política y a los políticos, la falta de compromiso con los votantes obliga a este grupo a crecer o bien a superar su límite de votar y ascender a otras prácticas políticas.
Este sexenio movió a mucha gente a las calles, quienes marcharon nunca habían protestado por nada y contra nadie. Ese auge de participación ciudadana es propia de las democracias, donde expresan libremente y sin consecuencias su inconformidad, pero si no hay un fuerza partidista y una política que los adopte, esa gente perderá el entusiasmo por la práctica política.
PEGA Y CORRE.- Los gobiernos que exigieron hace meses mayor presupuesto para sus estados son los que ahora dicen tener dinero suficiente para imprimir sus propios libros de texto para la educación básica. ¿Quién los entiende?… Esta columna se publica los lunes, miércoles y viernes.