Villavicencio abordó el coche. Entró por la puerta de atrás. No llegó a sentarse cuando tres balas en la cabeza acabaron con su vida. Cuando quiso darse cuenta ya no tuvo tiempo de darse cuenta. Fernando Villavicencio era el candidato con más posibilidades de llegar a la Presidencia de la República de Ecuador, era el preferido del presidente Guillermo Lasso.
Este hombre de cincuenta y nueve años que deja mujer e hijas era periodista y empresario. Entró en política, aunque fue su gran error. La mala política envicia, corrompe, envenena, degrada y en ocasiones como las de Fernando termina por matar.
Sus discursos eran dardos directos contra el hampa del narcotráfico y de la delincuencia organizada. En un país donde la violencia recorre las calles, donde mueren los presos por hacinamiento, donde asesinan a políticos; en donde el robo o el asesinato a la población civil está a la orden del día y donde el narcotráfico local e internacional ve a Ecuador como un lugar estratégico, los mensajes de Fernando Villavicencio eran demasiado peligrosos.
El candidato dijo que pretendía construir penitenciarías de máxima seguridad, que iba a sacar a más policía a las calles y que iba a meter en la cárcel a todos los narcos. También decía que, una vez en prisión, iban a purgar sus culpas el resto de sus vidas. Todos eran mensajes que no presagiaban nada bueno para él. No en vano había recibido dos amenazas de muerte. La tercera fue la vencida. Parecía que Villavicencio estaba siguiendo la estela de la política del presidente de El Salvador, Nayib Bukele, eso al crimen organizado le hubiera resultado fatal.
El próximo domingo 20 de agosto habrá elecciones en Ecuador. Ya nada será igual. El magnicidio de Villavicencio, que recuerda al de Colosio en México o a varios políticos colombianos, cambiará el rumbo no sólo de las elecciones sino de la historia reciente ecuatoriana.
@pelaez_alberto