Compromiso y constancia son dos palabras que los activistas Pro Lago usan para definir su labor, pues cada semana, desde hace tres años, trabajan en el Espejo de los Lirios, en Cuautitlán Izcalli, en busca de reforestar la zona y recuperar su belleza.
Desde 2019, el grupo cofundado por Elizabeth Aguilera, vecina del Área Natural Protegida (ANP) ubicada en el Estado de México, se enfoca en la recuperación de las especies vegetales endémicas del sitio, el resguardo de la fauna local y el fomento de la conciencia del cuidado del lugar.
Su labor va más allá de plantar nuevos árboles y plantas: implica documentarse, buscar las especies correctas, mantenerlas y, cada cierto tiempo, lidiar con los visitantes y las autoridades del sitio.
Ely, como la conocen los vecinos y voluntarios de su proyecto, explicó a 24 HORAS que su historia con el humedal -también conocido como “el riñón” de Cuautitlán Izcalli, comenzó con una lesión.
En 2019, mientras se preparaba para correr un maratón, fue diagnosticada con una condición que le impedía correr, por lo que cambió los tenis por el tapete de yoga, y un día mientras “veía uno de tantos amaneceres increíbles” que le ofrece el sitio en el que solía entrenar, vio un ave de rapiña que cazaba en uno de los humedales que rodean al Espejo, ese momento marcó un antes y después para ella.
A partir de ahí prestó atención a los detalles del parque y se dio cuenta que el Espejo estaba impactado por la basura, las mascotas, la contaminación auditiva -de los visitantes que celebran cumpleaños o que ofrecen algún tipo de clase aeróbica- y tomó cartas en el asunto… Más aún cuando se cruzó la pandemia de Covid-19 y el sitio quedó ligeramente abandonado.
A través de convocatorias en redes sociales, gestiones y tesón, logró reunir a decenas de vecinos que le apoyan en la reforestación y mantenimiento de la vegetación que, más allá de “cortar” el pasto y ofrecer espacios “bonitos” se trata de respetar la naturaleza.
En este humedal artificial, que la mayor parte del siglo XX fue utilizado como bebedero de ganado con agua de la Presa Guadalupe, viven entre otras especies garzas morenas, pelícanos americanos, monjitas americanas, tepozanes, mariposa cometa, la tortuga casquito, chichicastle manso, ayohuiztle y otras especies que se ven amenazadas por la acción humana y el abandonó de mascotas como tortugas japonesas, peces “diablo” o hasta patos blancos, que compiten con la fauna y flora local.
Una vez que realizaron un estudio de las plantas nativas, cada semana los activistas han recuperado zonas del parque que en su momento fueron sitio para tirar cascajo, basura o simplemente “echar pasión”, por lo ocultó que están esos espacios, y las han reverdecido poco a poco.
Este fin de semana, los voluntarios laboraron en un espacio usado como estacionamiento clandestino a unos metros del canal que circunda el humedal; el cual fue rescatado para la vegetación nativa que permite la captación y retención de agua de lluvia.
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Desde temprana hora, Ely, David, Manuel, Moi y decenas de voluntarios removieron piedras, algunas de varios centenares de kilos, e hicieron agujeros para ubicar mezquites, pirules, fresnos o algún tipo de cactus.
Durante horas los voluntarios intercambiaron anécdotas, sonrisas, cavaron agujeros y llevaron agua para regar a los nuevos inquilinos de ese pedazo del Espejo de los Lirios que, con su sólo esfuerzo se ha mantenido más tiempo que los cuatro humedales artificiales que fueron instalados hace menos de 6 meses y cuya bombas ya no funcionan, “sólo los pusieron para la foto”, comentan.
Y así es cada semana: Sembrar nuevas plantas, supervisar las ya colocadas, cuidar que no mueran, recoger las cientos de colillas de cigarro que aún encuentran tiradas por el sitio y, muy seguido, disfrutar de las bellezas del Espejo de agua, incluyendo la observación de colibríes, mariposas y patos nativos que buscan su alimento entre las plantas acuáticas.