Tres largas semanas faltan para que concluya la carrera de las corcholatas por la candidatura presidencial y aún nos queda tiempo para contemplar otros escándalos que involucran a los tres punteros.
Ya le tocó a Adán Augusto López con el tema de las empresas fantasma en las que se encuentra involucrada su hermana Rosalinda, beneficiadas con casi 500 millones de pesos por el gobierno de su cuñado, Rutilio Escandón, gobernador de Chiapas.
Ninguno de los López o el propio Escandón han desmentido el reportaje presentado por Carlos Loret, ni una prueba de que la información es falsa o por lo menos inexacta.
Y el domingo le tocó a la puntera Claudia Sheinbaum, señalada como beneficiaria de un descuento ilegal de más de 2 mil pesos a los trabajadores sindicalizados de la CDMX presumiblemente para financiar su campaña.
Aunque el mismo domingo por la tarde la Secretaría de Finanzas del Gobierno de la CDMX “desmintió’’ la información, ayer por la mañana un grupo de trabajadores sindicalizados protestaron en el Palacio del Ayuntamiento para pedir que se les reintegren esos recursos.
¿Sigue el fuego amigo?
Pues a este paso, Morena terminará más chamuscado que la isla de Maui y eso ya es mucho decir.
La pregunta es si está clase de información que compromete a los candidatos morenistas a la Presidencia -o por lo menos “los tizna’’, para citar a un clásico-, es el reflejo de que López Obrador perdió el control del proceso o el costo de la confianza excesiva en la “honradez’’ de sus colaboradores.
López Obrador repitió que “todos los grandes negocios (en el gobierno) se hacen con el conocimiento del Presidente’’, pero obviamente dirá que en su caso la sentencia no aplica.
A pesar de que en el discurso los precandidatos presidenciales de Morena siguen mostrando el cordón umbilical que los une al Presidente, en los hechos el proceso ha sido un cochinero.
Los contendientes han rebasado, por mucho, el tope de campaña de 5 millones que les impuso Mario Delgado; han ignorado las medidas cautelares dictadas por el INE y el Tribunal y los llamados a la “unidad’’ han sido tomados como llamadas a misa.
El desgaste para las corcholatas en imagen ha sido muy significativo, contrario totalmente a la intención de reforzarla mediante una precampaña de tres meses.
Nada contento debe estar López Obrador, quien fue el que diseñó el proceso e impuso las condiciones, incluidos los premios de consolación.
Gane quien gane la carrera, deberá remar contracorriente para lavarse la cara después de la guerra de lodo que han tenido que soportar.
Y no se ve nada fácil.
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Aunque en el discurso Marcelo Ebrard sigue ligado a la doctrina lopezobradorista, en sus propuestas de gobierno hay críticas fáciles de reconocer.
Por ejemplo, el excanciller propuso “aumentar la clase media y que ésta supere el 50% de la población’’ como medida para eliminar la pobreza extrema.
El razonamiento es más que lógico, pero sucede que López Obrador ha dedicado su administración a atacar a las clases medias a las que llama “aspiracionistas’’ y otras cosas.
Propuso crear 6 millones de empleos, un crecimiento del 5% y que el gobierno y el marco legal (los trámites pues) dejen de ser un estorbo para los proyectos productivos, entre otras cosas.
Son propuestas, pero que van en contra de lo que ha predicado y practicado López Obrador.
LEG