Hector-Zagal
 

Héctor Zagal
(Profesor de la Facultad de Filosofía en la Universidad Panamericana)

A lo largo de su historia, la humanidad ha tenido que aprender a enfrentar incendios y otras catástrofes. En el siglo I a. C., el emperador César Augusto organizó al primer cuerpo de bomberos para extinguir los incendios que ocurrían en la ciudad de Roma. Este cuerpo se integró en un inicio por 600 esclavos bomberos, los “vigiles”, y llegó a contar con más de 3 mil efectivos organizados según una estructura militar. Los bomberos romanos funcionaron hasta el año VI d. C.

En la Nueva España, se sabe que entre los años 1526 y 1527, existía un cuerpo de indígenas cuya labor era luchar contra los incendios en la ciudad capital. Este grupo era liderado por un soldado español y se considera como un antecedente de los bomberos propiamente hablando.

Fue en 1873 cuando el gobernador de Veracruz decidió crear el que sería el primer cuerpo de bomberos de toda América Latina: el Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Veracruz. Más tarde, en 1887, la ciudad de México tuvo también su propio cuerpo de bomberos, cuya estación se ubicó en el edificio de Contaduría Mayor de Hacienda, actualmente ubicado a un costado de Palacio Nacional, en la calle de Moneda.

A finales del siglo XIX, se constituyó el Heroico Cuerpo de Bomberos de la Ciudad de México, dependiente del Ayuntamiento de la Ciudad. Se reestructuró el cuerpo y le dotó con bombas, extintores, cubetas, etc.

No obstante, en esta época los mismos bomberos eran quienes debían transportar todas sus herramientas hasta el lugar del siniestro, lo que provocaba que casi siempre llegaran tarde y cansados. A eso súmenle el hecho de que, en aquel entonces, la ciudad no contaba con tuberías lo suficientemente potentes como para que los bomberos las pudieran usar para apagar los incendios. Ello los forzaba a buscar otras alternativas como los canales de aguas negras.

Durante los años 1932 a 1987, se siguió modernizando el material para este cuerpo: nuevas bombas, escaleras, carros tanque, patrullas, equipo de respiración autónoma, así como uniformes, hachas, palas, cascos, entre otros.

Hoy en la CDMX contamos con 16 estaciones y tres módulos de bomberos, los cuales son insuficientes para satisfacer la demanda de la urbe. Hay que recordar que los bomberos no sólo se encargan de apagar incendios. También responden a emergencias como desastres naturales, rescatan a personas en elevadores, en espacios confinados, en estanques o después de haber sufrido un choque de tránsito. De la misma forma, controlan fugas de gas, derrames de combustible, productos químicos y capturan y rescatan animales. Su labor es indispensable en las ciudades. Lamentablemente en no pocos lugares de nuestro país, las condiciones en que trabajan son muy precariasn

En la CDMX, con poco más de 9 millones de habitantes, se esperaría que hubiera más estaciones de bomberos. Sin embargo, éstos no siempre gozan del presupuesto suficiente siquiera para contratar a más personal.

Según datos del propio gobierno, los cuales están basados en la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), la fuerza laboral de bomberos durante el primer trimestre de 2023 fue de 27.2 mil personas en toda la república. Su salario promedio es de 8 mil pesos mensuales y trabajan en promedio 53 horas semanales.

Si tomamos en cuenta que los estándares internacionales para los bomberos señalan que por cada ciudad o región debe haber como mínimo un bombero por cada mil habitantes, es fácil advertir que tanto la CDMX como el país entero están lejos de cumplir con dicho indicador.

Hoy es el Día Nacional del Bombero, pero lejos de celebrar, me parece más pertinente hacer una reflexión sobre las condiciones en las que éstos laboran. Merecen nuestro respeto, nuestro agradecimiento y debemos preocuparnos por que gocen de mejores prestaciones y sueldo. ¿Les cuento algo? Hace algunos años, el departamento contiguo al departamento donde yo vivía se incendió. Si no hubiesen llegado oportunamente, mi familia habría perdido su casa. Recuerdo perfectamente el rostro enegrecido de uno de los bomberos, muy joven, cuando salió de apagar el fuego. Estaba agotado. Lo único que pude decirle fue un rápido “gracias”, porque llevaban prisa. Había otro incendio que combatir.

Sapere aude!

@hzagal

Profesor de la Facultad de Filosofía en la Universidad Panamericana