Durante toda la historia de los Juegos Olímpicos, tanto de invierno como de verano, se han visto una infinidad de escándalos, algunos relacionados con doping, otros con protestas políticas, denuncias por amaño en las competiciones y la más destacada, el tema de la definición de las sedes olímpicas.
Cuando se lleva a cabo la votación para definir una nueva sede de Juegos Olímpicos, muchas veces salen denuncias por presuntos actos de corrupción mediante sobornos para que los votantes seleccionen una ciudad en específico, uno de los casos más recientes fue con la sede invernal de 2002.
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Fue en 1998, tras la designación de esta sede por parte del Comité Olímpico Internacional (COI) que se comenzaron a filtrar presuntas acciones cometidas por tercero para con los integrantes del comité como agradecimiento por haber votado por Salt Lake 2002, el primero de ellos fue una carta donde se mencionaba que organizadores habían financiado los estudios de la hija de un directivo camerunés, miembro oficial del COI.
Posterior a ello, Marc Hodler reveló a la prensa que sabía que varios integrantes del COI podían ser “comprados” pero desconocía que una gran parte de ellos se “vendieran” de esa manera, destapando una cloaca que cada vez se hacía mucho más grande.
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La cosa fue mucho peor para 1999, de enero a febrero renunciaron varios directivos del COI, a pesar de que negaban todas las acusaciones, para marzo de ese año, el organismo hizo pública la expulsión de seis de sus integrantes, esto debido a que recibieron algunos regalos por parte de los organizadores de los Juegos Olímpicos de Invierno en Salt Lake que oscilaban entre los 20 mil y los 250 mil dólares.
A pesar de haber marcado un precedente en el cambio a la hora de escoger las sedes olímpicas, esa mancha de corrupción dentro del deporte no se borrará nunca más.
MC