Foto: AFP / "El monte Fuji se está asfixiando", alertó la semana pasada el gobernador de la región donde se encuentra el volcán, en el centro de Japón  

Con sus millones de visitantes cada año y la presencia de autobuses, camiones de comida y tiendas de fideos y recuerdos, el monte Fuji, en Japón, dejó de ser un lugar idílico y está cada vez más masificado por el turismo.

Las autoridades japonesas quieren revertir esta tendencia y advirtieron que esta masificación del icónico volcán resulta peligrosa y dañina para el medioambiente.

“El monte Fuji se está asfixiando”, alertó la semana pasada el gobernador de la región donde se encuentra el volcán, en el centro de Japón.

Esta montaña fue considerada en 2013 como patrimonio mundial de la Unesco.

Como sucedió con otros monumentos o parajes naturales, esta designación favoreció un aumento fulgurante de los visitantes.

El número de turistas anuales en el monte Fuji se duplicó entre 2012 y 2019, cuando alcanzó los 5.1 millones anuales.

Estos no solo visitan la emblemática montaña, con una altitud de 3 mil 776 metros, durante el día, sino también durante la noche para ver el amanecer desde la cima.

Su ubicación, a unos 100 kilómetros de la capital Tokio, favorece la llegada de numerosos visitantes con taxis o autobuses.

Con la masificación del turismo, hubo además una proliferación de tiendas de comida y souvenir al pie de la montaña.

“He visto muchos restos de comida y botellas en la zona de los baños”, lamentaba Yuzuki Uemura, una alpinista japonesa de 28 años.

Masatake Izumi, un responsable local, advierte que la gran concentración de personas en la zona aumenta el riesgo de accidentes.

Algunos alpinistas nocturnos “sufren hipotermias y tienen que ser evacuados hacia los refugios”, explica Izumi.

Al menos un visitante murió este año en el volcán. Muchos turistas parecen no ser conscientes del esfuerzo físico que requiere la excursión, de entre cinco o seis horas, para llegar hasta la cima, cerca de 4 mil metros de altitud.

“Es como si fuera invierno arriba, hace mucho frío”, explica Rasyidah Hanan, de 30 años, un excursionista malasio.

“Debería haber algún tipo de filtro, porque hay muchas personas que no están preparadas para subir el monte Fuji. Van vestidos con ropa muy ligera y terminan enfermos”, añade.

LEG