“No hay nada más despreciable, ni peligroso, que un malvado que cada noche se va a dormir con la conciencia tranquila”

Arturo Pérez Reverte

 

Si usted quiere entender cómo se convierte el fracaso en éxito, la vergüenza en triunfo o ¿cómo los delitos pueden ocultarse una y otra vez? ¿Por qué la traición premia tanto y cómo se puede vivir con la conciencia tranquila cuando se ha provocado tanto daño? No lo piense más, Marcelo Ebrard, por experiencia, se lo puede explicar.

El excanciller, maestro del oportunismo, tiene al país con el Jesús en la boca; que si se va con MC y Dante Delgado lo hace candidato. Que, si se retracta y se queda en Morena o que, si el Frente Amplio por México (FAM) lo convence para que se una a ellos. La disputa por la basura.

La historia política de este prócer inicia en 1989, de la única forma posible en este pobre país: con el PRI, dónde fue secretario general del DF (1989-1992). Ya conocía desde antes a su mentor, Manuel Camacho Solís y después del mega berrinche de éste, Ebrard abandona el priismo (1995). Así inicia Marcelo su romance con el oportunismo y la traición.

Diputado en 1997 por el Partido Verde, los desconoce un año después y se hace independiente. En 2000 regresa con Camacho al frente del PCD, pero viendo la estrella ascendente de AMLO, abandona a Camacho y “cede” a favor de AMLO como candidato a jefe de Gobierno del DF. Ebrard pasa a ser perredista.

Se une, por primera vez, al equipo de AMLO en el DF como secretario de Seguridad, allí enfrentó su primera gran crisis; en Tláhuac tres policías son linchados de la forma más brutal. Muchos medios transmitieron en vivo el terror y la agonía de los policías. Ebrard pretextó que, por la distancia, la policía no pudo llegar a tiempo para salvar la vida de sus compañeros. Los reporteros sí pudieron. Ebrard contaba sus primeros muertos.

AMLO lo rescata y lo nombra secretario de Desarrollo Social; en 2005, se postula para el Gobierno del DF, con el respaldo del PRD, pero con el rechazo total de Cuauhtémoc Cárdenas.

En 2008, una vez más, por su probada ineptitud mueren aplastados nueve jóvenes y tres policías en la discoteca New’s Divine. Ebrard logró evadir su responsabilidad forzando la renuncia de sus colaboradores.

En 2012, inauguró la Línea 12 del metro que, de 15 mil millones de presupuesto pasó a un precio final de ¡25 mil millones de pesos! Nunca justificó el sobrecosto. En 2014, la construcción demostró ser un fraude, pues se probó que tanto el diseño, los materiales y la ejecución fueron un desastre. Para entonces, Marcelo se impuso un autoexilio dorado en París, donde desarrolló su rolliza figura.

La Línea 12 requirió todas las reparaciones imaginables, con los costos inherentes, mientras Ebrard seguía evadiendo el tema. Finalmente, el 3 de mayo de 2021, el tramo sobre la avenida Tláhuac se desplomó con un saldo de 26 fallecidos y 80 heridos. La estrategia de Ebrard para desligarse de esta tragedia fue responsabilizar a Claudia Sheinbaum. Ambos son culpables por acción y omisión.

Para 2018, a Marcelo ya no le cabían los muertos en la cajuela y rescatado, por tercera vez, por AMLO como secretario de Relaciones Exteriores. En 2022, como miembro de Morena, se une al selecto grupo de las corcholatas suspirantes.

El resto lo conocemos hasta el hartazgo. Ahora, Marcelo en plan víctima, nos hará el favor de elegir dónde “continuará su lucha”. No nos engañemos, Ebrard piensa en términos de oportunidad, no de lealtad. Sólo lo mueven dos palancas: el poder y el interés.

Pongamos la basura en su lugar y enfoquémonos en la reconstrucción de México que merece algo mucho mejor.

 

     @Pancho_Graue

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