Foto: Quadratin / Fonseca se robó la tarde y el corazón de la multitud que llenó plaza de toros  

El Huracán de Morelia no cesa de cortar orejas y en la actualidad el toreo mexicano Isaac Fonseca sigue hermanado con el triunfo y ahora tuvo una tarde soñada en Riaza, Segovia, España, donde cortó 4 orejas, salió a hombros, fue aclamado por el público y se alzó como el gran triunfador de la Feria de Riaza en honor de la Virgen del Manto y Nuestra Señora de Hontanares.

El torero mexicano estructuró dos faenas de exquisitez taurina sostenida en un toreo aseado, sedoso y eléctrico, con tandas de derechazos largos, de aquí hasta allá, de oreja a rabo, con sabor y sentimiento, con tersura y suavidad, con proyección y conexión en los tendidos, con poder y dominio.

Fonseca se robó la tarde y el corazón de la multitud que llenó plaza de toros, que lo acogió desde que se abrió de capa, que lo convirtió en eje de sus miradas, en recipiendario de sus afectos, en destinatario de sus olés largos y sonoros, de sus vivas atronadores y festivos, porque el michoacano estuvo siempre muy por encima de los buenos toros de Valdellán.

Sus faenas fueron redondas, no tuvieron desperdicio, artísticas y emotivas. Esta vez no fue el torero de péndulos, cambiados por la espalda y toreo de rodillas. No fue el coletudo que se para donde huele a cloroformo, el que mantiene al público en el filo de la butaca y con el Jesús en la boca. ¡No! Ahora apostó por el toreo reposado, por el de arte. Y como siempre, conectó indisolublemente con el respetable por su toreo verdad.

Lució con doblones muy toreros, con la diestra y la siniestra, con adornos y desplantes, con respiros y suspiros, con engaños y sonrisas, con toda esa expresión corporal que embelesa a la gente de aquí, de allá y de acullá. En la corrida alternó con Adrián de Torres, quien tuvo buenos momentos con capa y muleta, pero falló con el acero, por eso escuchó los tres avisos del primero y perdió los trofeos del cuarto.

LEG