Foto: Quadratin / Desde ante de la colonia practicaban este ritual en esa zona de Michoacán  

Poco conocidos porque no vuelan todo el tiempo, son los voladores de San Pedro Tarímbaro, del municipio de Tlalpujahua, y no lo hacen porque requieren un ritual particular, porque se lo toman en serio y porque es una costumbre y tradición de su pueblo, la cual data de muchos años.

La tradición de este poblado de Michoacán se llama palo volantín, cuenta Carlos Medina, quien además de ser un volador, entrena a los más chicos.

Reconoce que empezó tarde a volar y rescatar esta tradición, pero narra que esta tradición en México tiene unos 2 mil 500 años.

“Nosotros como pueblo no tenemos un parámetro de cuándo empezamos, pero en 1537, el virrey de la Nueva España, Antonio de Mendoza, embajador de Carlos Quinto, emperador de España, reconoce Tarimbangacho, porque aquí se le llamaba así, como tierra de voladores.

Existe el antecedente, expone, de que a San Pedro lo reconocen los españoles en 1603 con la llegada de la evangelización católica, por eso se siguió manteniendo, sin embargo hubo un momento en que detonó lo de las minas y ahí se perdió el lenguaje, hubo mucho mestizaje y quizá por eso se perdió, pero se siguió conservando la tradición del palo volador.

Para que los nativos no perdieran esta tradición por completo, la fusionan creando un sincretismo con la religión católica, asevera Carlos, y hoy en día vuelan cada 29 de junio, en honor al Señor San Pedro, pero sin dejar de lado lo demás.

Sin embargo este ritual va más allá de lo religioso; le piden a la Madre Tierra que tenga buenas cosechas, que tenga fertilidad.

LEG