Un ejemplo de la carga simbólica en la historia de Colombia es sin duda La paloma de la paz del recién fallecido Fernando Botero, la cual es vista en el país latinoamericano como una escultura, un momento histórico y un pleito político ajeno al artista.
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Desde el plebiscito de paz en 2016 hasta la toma de posesión del actual presidente Gustavo Petro en 2022, la pieza ha sido emblemática y, en ocasiones, botín de la coyuntura política.
En septiembre de 2016, el país estaba por concretar la firma de un acuerdo de paz con la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Días antes del acuerdo, Botero le entregó la pieza al entonces presidente Juan Manuel Santos. Fue la segunda obra que el pintor y escultor donó a la Casa presidencial.
El artista, nacido en 1932, lo presentó como un “regalo a mi país para expresar mi apoyo y mi solidaridad con este proceso que brindará un futuro de esperanza e ilusión”.
Pero la pieza quedó atrapada en la polarización de un plebiscito en el cual los colombianos debían votar sí o no a los acuerdos alcanzados entre el gobierno y las FARC tras cuatro años de negociaciones.
“Es una escultura que va a inspirar a millones de colombianos a decirle sí al fin de la guerra”, dijo Santos durante una pequeña ceremonia para la entrega de la obra.
En febrero de este año la ciudad natal de Botero, Medellín, fue uno de los principales epicentros de una movilización de la derecha contra el gobierno de Petro.
En una avenida céntrica de la ciudad, los manifestantes se cruzaron con un aspirante a la alcaldía afín a Petro, Juan Carlos Upegui, que guardaba con flores junto a una réplica de la obra. Los opositores al gobierno increparon al candidato, quien debía huir del lugar, y tumbaron la réplica de su pedestal.
“Muy simbólica nuestra oposición. ¿Qué daño les hace el arte y la paz?”, escribió ese día Petro en la red social X, muestra de la carga que aún representa.
LEG