Ni modo, va de nuevo: la próxima vez que les digan que el mexicano es un pueblo apapachador, hospitalario y de brazos abiertos, asómense a su red social favorita con las antenas dirigidas a identificar comentarios antisemitas y xenófobos. Dicho como va, se les van a poner los pelos de punta. Tenemos un problema muy serio.

Mi insistencia con el tema viene a cuento, predeciblemente, por el inaceptable tuit, o como se tengan que llamar ahora estas cosas, que le dirigió Vicente Fox a Claudia Sheinbaum. “Judía y extranjera a la vez”, le espetó el expresidente a la exjefa de gobierno, y logró un récord: es imposible desbarrar más en apenas seis palabras. Primero, lo obvio: decir que Claudia Sheinbaum es extranjera es, por supuesto, mentir. Luego, el problema de fondo, el más grave: ¿cómo es posible que cualquiera, y en especial el expresidente que llegó a liberarnos para siempre del priismo patriotero, xenófobo, tribal, del siglo XX, use los términos “judía” y “extranjera” como insulto?

En realidad, es posible porque la xenofobia y el antisemitismo están muy extendidos en este país, al margen de partidos o simpatías políticas. Por los barrios de la izquierda, antes de que se nos olvide, sigue pululando algún ejemplar de la periferia lunática, caso del conspiracionista Jalife, inamovible como columnista en el periódico oficial, y con que le rasques tantito se asoman aberraciones como la de equiparar a Alazraki con Goebbels o Hitler, aberraciones a cargo del monero que funge como el asistente tonto de Frankenstein de los otros moneros, sí, pero también del Presidente mismo. De la xenofobia mejor no hablemos. Ahí está el antihispanismo de, otra vez, nuestro Presidente, pero también –volvamos a la periferia lunática– el de Jesusa Rodríguez y sus sandeces sobre las carnitas, por ejemplo.

El punto es que, contra el lugar común, México es efectivamente un país bastante racista, y racista en varias direcciones. Antes de que empecemos con wokismos: sí, existe el llamado “racismo a la inversa”. El antisemitismo, justamente, lo ilustra con claridad. Pero no lo llamen racismo. Llámenlo discriminación, o como prefieran. Es nefasto.

De vuelta a Fox: da penita ajena, pero hay que insistir: Claudia Sheinbaum es judía y es mexicana por varias razones –nació en México, creció en México, estudió en México y ha desarrollado su carrera política en México–, pero sobre todo por una, en realidad la única que importa en un contexto civilizado: tiene un pasaporte mexicano.

 

     @juliopatan09