Desafortunadamente, a lo largo de la historia de los Juegos Olímpicos se ha visto más presencia masculina que femenina.
Lo anterior se debe al contexto histórico, político y social en que fueron creadas estas competiciones, y al rezago que han tenido las mujeres en ciertos ámbitos debido a este mismo contexto.
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Pero, afortunadamente, existió una mujer que tuvo la preocupación de que hubiera presencia femenina en las olimpiadas y lo logró.
Su nombre fue Alice Milliat, una francesa que fue pionera en el deporte en su país e internacionalmente, desenvolviéndose en varias disciplinas.
Fue experta en remo, además de ser una gran nadadora y jugadora de hockey, y es que desde muy pequeña estuvo interesada en el deporte.
El fundador de los Juegos Olímpicos, Pierre de Coubertine, nunca quiso que existiera participación femenina en sus competencias.
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En la primera edición de estos juegos no hubo ninguna mujer, y en la siguiente (París 1900) solamente asistieron cuatro, en golf y en tenis.
Pero para Amberes 1920, el Comité Olímpico Internacional (COI) de plano prohibió que las mujeres participaran en los Juegos Olímpicos, argumentando que ellas no tenían interés en estos temas, además de que las masculinizaba.
Como consecuencia a esa prohibición, Alice Milliat organizó la Primera Olimpiada Femenina y un año después se llevaron a cabo los Juegos Mundiales Femeninos.
Para 1926 tomaron el nombre de Juegos Mundiales de Mujeres y las autoridades comenzaron a sentir presión para incluirlas en las Olimpiadas.
Gracias al constante esfuerzo de Milliat fue que en Ámsterdam 1928 se incluyeron cinco pruebas femeninas de atletismo.
A partir de ahí el resto es historia, y a pesar de que existieron boicots y otros obstáculos, se sigue luchando por la igualdad entre mujeres y hombres en éste y todos los ámbitos de la vida.
CI