No solía haber tiburones blancos jóvenes merodeando cerca de las concurridas playas del centro de California, en Estados Unidos, pero a medida que el cambio climático hace mella, las aguas más cálidas los están atrayendo hacia el norte, posiblemente con consecuencias catastróficas para todo un ecosistema.
A pesar de su temible reputación, creada en parte por la franquicia cinematográfica “Tiburón”, el principal riesgo de estos depredadores no es para los bañistas y surfistas, sino para las nutrias.
“Lo que hemos descubierto es que, con el tiempo, el número de mordeduras a nutrias marinas ha aumentado drásticamente en esta región”, afirmó el ecologista marino Salvador Jorgensen, de la Universidad Estatal de California, Monterey Bay.
“Eso está teniendo un impacto real en la población de nutrias”, comentó.
En una verdadera demostración de lo interconectados que están los ecosistemas, esta situación podría tener consecuencias de largo alcance para todo tipo de especies en esta zona rica en vida salvaje.
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-Aguas cálidas-
Los tiburones blancos son unos de los habitantes del océano más majestuosos, más estudiados y más temidos.
Con un tamaño que ronda los 4,9 metros, recorren los mares del mundo a miles de metros de profundidad para satisfacer su voraz apetito de focas, leones marinos y delfines.
Viven más de 70 años y paren camadas de crías vivas, a las que abandonan a su suerte desde una edad temprana.
Pero como los tiburones blancos son endotermos -de cuerpo caliente, como los mamíferos-, sus crías son vulnerables al frío de las profundidades oceánicas y pasan su tiempo en porciones de agua más cálidas en las regiones costeras.
Hasta hace aproximadamente una década, esto significaba que los especímenes juveniles de tiburón solo se encontraban tan al norte como el sur de California.
Pero, según Jorgensen, eso está cambiando.
“Hemos documentado la aparición repentina de tiburones mucho más pequeños de lo que se había visto nunca por aquí”, explicó a la AFP en la bahía de Monterrey, cientos de kilómetros al norte de la zona tradicional de avistamiento, donde coloca transmisores acústicos a los ejemplares que le permiten seguir sus rutas.
“A medida que las temperaturas del océano se han ido calentando por una serie de (fenómenos de) El Niño y olas de calor, muchas especies han ido desplazando su área de distribución más al norte, hacia lo que históricamente eran zonas más frías”, precisó.
Eso es lo que los pone en contacto con las nutrias marinas, que merodean por los ricos bosques de algas.
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-Erizos de mar-
“Los tiburones más pequeños están pasando de comer peces y calamares a un punto en el que van a empezar a comer mamíferos marinos”, comentó Jorgensen.
“Para un tiburón inexperto, una nutria puede parecer el objetivo adecuado, pero resulta que las nutrias no tienen una rica capa de grasa, (por lo que) una vez mordidas, en realidad no las consumen. Pero a menudo esas interacciones son fatales para la nutria”, completó.
Además de ser una mala noticia para el ejemplar, es terrible para la población de nutrias, ya que desencadena un efecto cascada.
Las nutrias se alimentan de erizos de mar, una especie que si no se controla convertirá un bosque de algas en un desierto estéril, acabando con un hábitat marino vital que proporciona alimento y refugio a una serie de invertebrados, peces, mamíferos y aves.
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-Cambio climático-
Para Eric Mailander, científico aficionado y capitán de barco que ayuda a Jorgensen a marcar tiburones blancos, la presencia de especímenes jóvenes en la bahía de Monterrey ofrece la oportunidad de ver de cerca a una criatura realmente impresionante.
“Es como la primera vez que vi un tiburón, nunca se me pasa. Si salgo y veo un tiburón, me emociono”, afirmó.
Aunque la presencia tan visible de estas enormes criaturas tan cerca de la costa puede suscitar preocupación entre los humanos, Mailander dice que la gente no tiene por qué alarmarse demasiado, a pesar de su reputación.
Para Jorgensen, es una vívida ilustración de lo rápido que se está alterando el planeta con la quema incontrolada de combustibles fósiles.
“Siempre he pensado que es una forma muy tangible de que la gente entienda el cambio climático”, explicó. “La gente que vive en esa playa, que lleva allí a sus hijos, nunca ha visto un montón de tiburones nadando a seis metros, y ahora es algo habitual”.
“No se puede mirar al océano y pensar que el cambio climático no está ocurriendo”, concluyó.