Seis décadas suenan a mucho tiempo. No tanto, sin embargo, cuando se trata de rememorar una comedia romántica protagonizada por Audrey Hepburn basada en un título de Truman Capote. Parece menos todavía cuando trata de Breakfast at Tiffany’s, cinta – dirigida por Blake Edwards y adaptada con libertad por George Axelrod para la pantalla grande– que hoy cumple 62 años de haber sido estrenada por Paramount Pictures en 1961.
Con un elenco completado por George Peppard (como complemento perfecto de Hepburn), Buddy Ebsen, José Luis de Villalonga, Martin Balsam, Mickey Rooney y Patricia Neal, la cinta nos presenta, en la piel de Audrey, a una Holly Golightly que no se inmuta ante cualquier cosa, que abraza total a la excentricidad, cierto delirio e ingenuidad. Un símil de dama de compañía con ínfulas de actriz en desarrollo. Un triángulo de amor cimentado en los ideales más comunes de cualquier sociedad: intereses propios, arrepentimiento y sólo luego algo de amor sentido.
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Nominada en su momento a cinco premios Oscar, incluyendo Mejor actriz y Mejor dirección artística, la cinta de Blake Edwards se convirtió en un clásico instantáneo. En mayor medida por la actuación intensa y desbordada de Audrey Hepburn. También, sin embargo, por la música y esa canción inolvidable hecha por Johnny Mercer y Henry Mancini.
Aunque omitiendo detalles que en aquella época del cine hubieran devenido en completa censura, la esencia persiste en cierto modo como telón de fondo. Vamos, que aunque la bisexualidad, el aborto, su gusto por la marihuana y la profesión de la señorita Golightly, el espíritu moderno y descarrillado del también autor de A sangre fría puede respirarse.
Finalmente, esta cinta logró revolucionar una arista del panorama cinematográfico de los Estados Unidos en aquella época. No por nada la Biblioteca del Congreso de EEUU la considera desde 2012 una película “cultural, histórica y estéticamente significativa”. Impregnada de modernidad, y quizá adelantada a su época, esta película logra posicionarse, hasta a estas alturas, a través de su inteligencia y tino para la ambigüedad. Nunca faltarán aquellos que quieran seguirse sumando a este desayuno en Tiffany’s & Co.