¡Qué bueno que la Secretaría de Hacienda promueva las inversiones de relocalización de las cadenas productivas!

Lo que está muy mal es que dentro del propio Gobierno federal no todos entiendan que deja más beneficios atraer capitales, que generan empleos y bienestar, que jugar al estatismo fracasado del siglo pasado.

La deducción acelerada que promueve Hacienda en el decreto que se publicó ayer en el Diario Oficial de la Federación debe resultar atractivo para muchas empresas que están en este movimiento que conocemos como nearshoring.

El problema es que muchas de las empresas que hoy quisieran salir de China para estar más cerca del centro de consumo norteamericano están más interesadas en tener garantías de contar con la energía suficiente, confiable, constante, limpia y en un mercado abierto.

Qué bien poder tener una deducción acelerada hasta del 89%, gran esfuerzo fiscal de un gobierno que, además, enfrenta problemas de un creciente déficit y aumento de la deuda pública. Pero lo que los empresarios quieren es que no les falten la luz y el gas.

La Comisión Federal de Electricidad ha restringido la competencia de las empresas privadas en el sector eléctrico y además lo ha hecho a la mala.

El privilegio al monopolio ha implicado la renuncia a fuentes más limpias de generación de energía eléctrica. Y esto va más allá de la conciencia ecológica de las empresas, es un requisito que imponen las autoridades estadounidenses para aceptar la libre importación de mercancías.

El monopolio estatal no es confiable en el suministro de la energía y eso lo han padecido tanto empresas como consumidores domésticos durante estos meses al enfrentar cada vez más apagones.

Las tarifas se fijan con criterios que parecen recaudatorios. Basta con preguntar a miles de usuarios en el norte del país el tamaño de los incrementos en el cobro del servicio eléctrico que han tenido a lo largo de los últimos trimestres.

La Secretaría de Hacienda se esfuerza, pero el ala radical del equipo presidencial, ese que domina la gestión del sector energético, se empeña en boicotear esa gran y única oportunidad que tiene el país de ser receptor de cientos de millones de dólares en inversiones que buscan seguridad en un mercado que ofrece como principal ventaja competitiva la vecindad con el mayor mercado de consumo del mundo.

La lista de incentivos fiscales de Hacienda es generosa con muchos sectores clave del mercado exportador, como el sector automotriz o la agroindustria. Vamos, hasta ofrece una deducción adicional del 25% durante tres años para gastos de capacitación de la mano de obra.

Pero cuando los potenciales interesados le echan un ojo a la capacidad ferroviaria, se dan cuenta que el 100% de la inversión sexenal se fue a un tren turístico a media selva; buscan carreteras y puertos suficientes y lo que descubren son cientos de miles de millones de pesos usados para construir un aeropuerto que nadie usa.

De energía, ni hablar, el gran proyecto es una refinería en Tabasco que está a más de 2,500 kilómetros de distancia del norte del país donde se asientan las inversiones.

Es un hecho, muchas de esas inversiones están paralizadas, no por falta de incentivos, sino hasta que tengan claridad del destino de México a partir del 1 de octubre del 2024.

 

   @campossuarez