I
Las series documentales parecen tener un auge dentro de todas las plataformas de streaming. Es decir, su producción de pronto sugiere que son el área de interés que más tiene correspondencia y margen de ganancia. Propiciadas no sé por qué razón, sí parecen estar interesadas, a priori, en una sola cosa: ejercer la libertad con la más amplia de las posibilidades. Es decir, no habrá espacio para guardarse nada, o al menos no lo que sea necesario contar. Se dirá todo lo que tenga que decirse, ni mucho más ni mucho menos, tomando como límites –nada estrechos– los que propone, digamos, la actualidad, aun con todos sus bemoles.
II
A propósito de los documentales, Netflix, de la mano del cineasta Fisher Stevens, ha estrenado Beckham (2023), una mini-serie-documental que –podríamos decir, con el riesgo de ser mezquinos y frívolos–, cuenta la historia del David Beckham futbolista, así, a secas, el que fue absorbido por el Manchester United en los años noventa (cuando era jovencísimo), mismo equipo que después, por gracia de Sir Alex Ferguson, le echó por la puerta de atrás y el fenómeno (que ya era) fue a dar al Real Madrid donde jugaba Ronaldo, Luis Figo, Michel Salgado y Roberto Carlos, donde al parecer se repitió, en cierto modo, la historia, pues le sentaron en la banca unos meses, aunque a su regreso les devolvió la energía suficiente para alzarse campeones de la liga porque así sucede con los jugadores brillantes, y pese a que le ofrecían permanecer, dio la vuelta y cruzó el Atlántico con un contrato millonario que le había ofrecido el L. A. Galaxy en una MLS que no era lo que es ahora, y por lo que fue sumamente criticado por “haber abandonado la élite”… Y así podemos seguir, porque su carrera futbolística no ha terminado ni ha tenido ni siquiera pausas: apenas se retiró en el Paris Saint-Germain en 2013, voló a Estados Unidos y comenzó el proyecto que ahora es el Inter Miami.
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III
Retratar la intimidad es un ejercicio complicado. En apariencia por el espectro de la falsedad que puede traer en su desarrollo así como también por la conmiseración autoinfligida a razón de lo que decidimos contar y cómo lo contamos. Situaciones que encuentran una dimensión más grande cuando el retrato y el fenómenos que está siendo desdibujado es una figura pública de alcances mundiales que ha gozado siempre de las mieles de la farándula, la condecoración, la fama, el dinero, y, paralelamente, la crítica indivisible, las amenazas, el enojo desmedido, el no-olvido. Sí: un caso digno de estudio.
Pero entre todo el remolino, lo valioso es el retrato sin estigmas ni ornamenta de un David Beckham que, desde su visión y la de sus principales acompañantes en esos momentos (Gary Neville, Éric Cantona, Alex Ferguson, et. al.), abre toda posibilidad a la verdad no para dar voz a nadie ni pretenderse víctima –por bastante que lo fuera–, sino para visibilizar lo relevante en una sociedad actual en la que permean los vestigios de conservadurismo y silencio ante lo atroz de una realidad que abruma. Observa y reconoce, desde distintas aristas, la salud mental — ese elefante en la habitación. Y aunque también revira hacia temas como la exigencia, el descontrol, lo que implica la fama y los errores cuando eres no un ídolo sino el ídolo, todo el entramado vuelve al centro: la salud metal, los peligros del silencio, la importancia de su nombramiento y práctica en las disciplinas deportivas (y en todas partes).
No se trata, por otro lado, de un drama telenovelesco, por más que el tema dé para ello. Ni siquiera las intervenciones de Victoria Beckham (o Posh Spice, según el espacio-tiempo de la narración) reviran hacia el drama gratuito y el escándalo, pues la consciencia que ha sido adquirida con el tiempo sugiere la posibilidad de abordar esto desde un punto de vista distinto, quizá menos opresivo que si se hubiera hablado hace una década o tiempo más atrás y, claro, libera ciertas tensiones.
IV
El documental dividido en cuatro partes permite pensar que, quizás, el fútbol es sólo la amalgama que conecta estos temas importantes con la realidad allá afuera, que pone sobre la mesa un abanico de dudas y certezas que necesitan pensarse. Que dentro de la fama existe el riesgo de perderse – y que no es más sencillo entonces lidiar con ello, mucho menos cuando no se habla por temor o desconocimiento–. Ya decía –y bien– el escritor uruguayo Eduardo Galeano, que “el fútbol es el espejo del mundo”. Esto va más allá. Qué, si para entender el mundo, enfrentamos a Borges y comprendemos, de una vez por todas, que ni “el fútbol es popular porque la estupidez es popular” y que sostener un tema de vital importancia para el ser humano a través de lo común es la vía más práctica hacia la democratización de la salud pública. Es cuando.