En el trimestre más reciente, hemos sido testigos de un resurgimiento económico en Estados Unidos que ha dispersado las preocupaciones acerca de una inminente recesión, pues con un crecimiento del 1.2%, se han superado los avances previos, logrando un crecimiento acumulado del 2.9% en los primeros nueve meses del año.
Sin embargo, a pesar de que este desempeño ha sorprendido a muchos, considerando que las proyecciones eran notoriamente pesimistas, es fundamental mantener una perspectiva moderada, ya que aún existen ciertos factores que requieren una observación cuidadosa.
En primera instancia, cabe mencionar que la aceleración del crecimiento ha estado impulsada principalmente por el gasto en consumo, que aumentó un 4% en términos anuales. Sin embargo, este auge en el consumo ha desatado preocupaciones sobre la sostenibilidad, dado que los estadounidenses han recurrido a niveles de endeudamiento más altos, a pesar de las elevadas tasas de interés; lo cual plantea el riesgo de un aumento en los incumplimientos de pago en un futuro no muy lejano.
Ante dicho contexto, la Reserva Federal (FED) se encuentra en una posición delicada. A pesar de su compromiso de reducir la inflación al 2%, ésta sigue siendo un desafío, especialmente en lo que respecta a los precios de la energía y los alimentos. La FED se muestra decidida a mantener tasas de interés restrictivas con el fin de evitar un crecimiento económico desmedido, pero la cuestión que se plantea es si esto será suficiente para controlar la situación.
La incertidumbre persiste, y las expectativas varían. Algunos creen que el aterrizaje suave es posible y que la economía podría mantener un crecimiento estable. No obstante, la FED debe ser cuidadosa para evitar una recesión en 2024, mientras lucha por reducir la inflación.
A su vez, el mercado bursátil ha mostrado su volatilidad, con retrocesos notables en los índices S&P 500 y NASDAQ. Por lo que la incertidumbre económica y la perspectiva de que la FED continúe aumentando las tasas de interés, han avivado la inquietud en los inversores.
En ese sentido, si bien hay un optimismo creciente, la inflación sigue siendo un motivo de preocupación, ya que no se ha observado una tendencia a la baja significativa en 2023. Por lo que la resiliencia de la economía estadounidense se someterá a prueba, y la clave radicará en la habilidad de la FED para gestionar la situación de manera prudente.
En tales circunstancias, si bien los factores internos de la economía estadounidense tienen un ligero progreso, existen factores externos de riesgo que la pueden tambalear como es una probable crisis energética mundial. Habrá que prestar atención a todos estos factores para hacer un balance entre nuestra economía y la estadounidense y, no solamente un simple espejeo del tipo de cambio.
Consultor y profesor universitario
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