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Héctor Zagal
(Profesor de la Facultad de Filosofía en la Universidad Panamericana)

La historia de Acapulco como centro turístico en realidad es reciente. Durante el Virreinato, solía ser un puerto muy pequeño. No obstante, a partir de 1565, empezó a cobrar vida con la llegada de la Nao China una vez al año.

La Nao China era una embarcación que salía de Filipinas y llegaba a las costas de San Diego para exportar e importar productos con la Nueva España. Como partía de Manila, capital de Filipinas, también se le conocía como el Galeón de Manila.

En 1565 el navegante y sacerdote Andrés de Urdaneta descubrió que se podía viajar desde las Filipinas hasta la Nueva España a través del Océano Pacífico. Con ello ideó una ruta para conectar ambos virreinatos.

El recorrido de Manila a Acapulco tardaba de cuatro a cinco meses. Lo común es que una vez al año llegara a ambas costas, aunque había años en los que alcanzaba a llegar hasta dos veces.

De Asia se traía seda, porcelana, pimienta, arroz y especias. Nosotros exportábamos plata, oro, grana cochinilla, cacao, café y chiles. Parte de las mercancías que llegaban a Acapulco se transportaba hacia Veracruz y de ahí zarpaban directo a España. Otra parte se quedaba y aprovechaba aquí.

Por obvias razones, la Nao China resultaba muy atractiva para los piratas que rondaban las costas de la Nueva España. Los atracos se volvieron un problema severo, por lo que, en 1615, el virrey Diego Fernández de Córdoba ordenó construir un fuerte para combatir a estos bandidos del Pacífico. El encargado del proyecto fue el arquitecto neerlandés Adrián Boot. Con los años y tras varias remodelaciones, se terminó formando el emblemático Fuerte de San Diego con su peculiar forma de estrella.

Los viajes de la Nao China terminaron en 1815, cuando la Independencia interrumpió las embarcaciones. Desde entonces, el puerto de Acapulco volvió a apagarse durante más de un siglo.

No fue sino hasta 1949 que, durante su gestión presidencial, Miguel Alemán se encargó de convertir a Acapulco en el gran centro turístico del país.

Alemán quiso construir una avenida que sirviera como eje para fomentar el turismo local e internacional de la zona. Tras dos años de trabajo, el 28 de febrero de 1949 inauguró la avenida Nicolás Bravo. Ésta, a su vez, se dividía en tres tramos: el primero, Paseo del Moro; el segundo, Avenida de la Nao, y el tercero, Avenida Caleta. Tras varios años, la avenida terminó llamándose igual que su impulsor: Miguel Alemán.

Los principales hoteles, restaurantes y bares se encontraban alrededor de toda la avenida, por lo que era considerada como el núcleo de la economía acapulqueña.

Por desgracia, el pasado 25 de octubre, un temible huracán de categoría cinco golpeó la costa y el centro de Acapulco. Los estragos aún no son claros, pero las estimaciones resultan alarmantes. Se habla de daños en el 80% de la infraestructura hotelera y más de 560 mil personas afectadas en Acapulco (lo que, según el Censo de Población de 2020, representan al 71.8% de la población total del municipio).

Se vienen tiempos complicados para el país. La reconstrucción de Acapulco y los otros 46 municipios afectados de Guerrero tomará varios años y requerirá aún más millones de pesos. Reactivar el turismo y la economía no será fácil. Es una labor que necesitará de todo el país. En coordinación, debemos reparar lo que la naturaleza causó, pero también debemos establecer las previsiones necesarias para que estos desastres, cada vez más comunes por el cambio climático, no sigan causando las consecuencias que hoy vivimos.

Sapere aude!

@hzagal

Profesor de la Facultad de Filosofía en la Universidad Panamericana