La guerra es la continuación de la política por otros medios”

Carl von Clausewitz

Esta cita adquiere especial importancia en el actual contexto político internacional, dónde los objetivos políticos y los medios se confunden deliberadamente. Hablemos de Israel y Palestina

En esta región de la tierra, tan antigua como nueva, nacieron las religiones más importantes del mundo: la judía, la cristiana y el islam. Hoy, de nuevo, es la zona más convulsa del planeta. Todas las religiones del mundo han pasado en mayor o menor medida por períodos oscuros, con dirigentes fanáticos o mesiánicos que han intentado un supremacismo religioso y político que ha costado la vida de un incontable número de personas.

Palestina, conocida así desde tiempo de la dominación romana, fue la cuna de la primera religión monoteísta del mundo: el judaísmo, eso encaraba un peligro para las religiones politeístas y sus objetivos religiosos, políticos y económicos. Desde su inicio el judaísmo como religión e Israel como Estado teocrático, chocaron con todos sus vecinos. ¿Cómo podían aceptar a este pueblo que se proclamaba elegido por Dios? Los judíos prevalecieron.

La irrupción, en la misma tierra, del cristianismo y posteriormente del islam fue un punto de no retorno y desde entonces, la lucha por imponerse como la religión dominante con las consecuencias políticas y económicas que esto conlleva; guerras interminables y tensiones que culminarían con el Holocausto judío a manos del fanatismo terrorista del nazismo.

Quedaba claro que la diáspora de los judíos terminaría por auto aniquilarlos, necesitaban un territorio propio donde cohesionarse para proteger su vida, su religión y sus tradiciones. Nacía así el “nuevo” Israel. El territorio no podía ser otro, ese que los vio surgir hace miles de años, Eretz Israel.

La desastrosa administración británica de Palestina fue el origen del conflicto entre árabes, palestinos e israelíes y que ahora, con la incursión del grupo terrorista Hamás contra Israel, podría derivar en un conflicto de proporciones inéditas. Hamás y Hezbolá han cumplido su principal objetivo político: desaparecer cualquier acuerdo de paz en medio oriente e imponer su agenda ya no sólo en los países islámicos, su gran meta es la incursión en las naciones occidentales. Incluyendo claro, a Estados Unidos.

Al atentado de Hamás siguió la implosión del sistema político de Israel, basado en su seguridad interna, está claro que el Gobierno de Netanyahu tiene los días contados. Pase lo que pase.

El efecto que nadie podía prever sucedió fuera de la zona del conflicto; las marchas multitudinarias en decenas de ciudades del mundo señalando a Israel como el responsable del conflicto. Palestina -y sin duda Líbano- goza de la simpatía y solidaridad de muchos países, que habían separado el sufrimiento de los palestinos de los grupos terroristas que operan desde sus territorios. El atentado ha cumplido su cometido, toda la geopolítica alrededor del conflicto voló en pedazos.

La reacción del Gobierno israelí no ha sido inteligente y Hamás ha terminado por entramparlos peligrosamente. Israel necesita redefinir sus objetivos políticos internos, regionales e internacionales antes que cumplir sus objetivos militares. Uno de esos objetivos debe ser restaurar su reputación. Israel tendrá que pensar en cómo construir una paz en condiciones totalmente diferentes: su derecho a existir es indiscutible, como lo es también su obligación de coexistir con Palestina. El terrorismo no se puede sentar a la mesa de la negociación de la paz. Nunca.

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