Italia ha anunciado su salida de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (Belt and Road Initiative, en inglés, o BRI) de China, un cambio significativo para las políticas de inversión y comercio internacional del país. Este movimiento marca el final de la participación de Italia en un proyecto al que se unió en 2019, convirtiéndose en la primera gran nación occidental y miembro del G7 en hacerlo, a pesar de las advertencias de Estados Unidos sobre los riesgos de que China obtenga control sobre tecnologías e infraestructuras claves.
La primera ministra Giorgia Meloni había expresado su escepticismo sobre los beneficios de la BRI para Italia, sugiriendo que el acuerdo no había aportado ventajas significativas al país. Desde que se unió a la BRI, las exportaciones de Italia a China crecieron levemente, mientras que las exportaciones chinas a Italia tuvieron un aumento más significativo.
La BRI, lanzada en 2013 y basada en la histórica “Ruta de la Seda”, es un plan de infraestructura e inversión de China, cuyo objetivo es mejorar la integración económica en Asia, Europa y otras regiones. La iniciativa ha sido una piedra angular de la política exterior del presidente Xi Jinping, involucrando a más de 100 países en diversos proyectos de infraestructura como puertos, puentes y ferrocarriles. Sin embargo, ha sido criticada por expandir potencialmente la influencia geopolítica de China y cargar a los países con deudas insostenibles y obras de baja calidad.
Esta decisión se alinea con la estrategia de Meloni para fortalecer la posición de Italia como un líder favorable a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y Occidente, una intención que comunicó al presidente estadounidense Joe Biden a principios de 2023.
A pesar de salir de la BRI, Italia mantiene el compromiso de fomentar fuertes vínculos diplomáticos y económicos con China. Esta perspectiva fue evidente durante las recientes visitas a China del Ministro de Relaciones Exteriores Antonio Tajani y el Presidente de la República, Sergio Mattarella.
La salida de Italia, que se prepara para asumir la presidencia del G7 en 2024, subraya una reevaluación global más amplia de las asociaciones con China. Varios países involucrados en la iniciativa han estado reevaluando su participación, conscientes de los crecientes desequilibrios comerciales y los beneficios económicos menores a los esperados.