El reciente cierre del cruce fronterizo entre Lukeville, Arizona (EU), con Sonoyta, en Sonora (México), debido a restricciones impuestas por el Gobierno de la Unión Americana ante el creciente flujo de migrantes, avivó la discusión sobre la crisis en materia migratoria.
Con esta medida —que se suma al cierre del Puente Internacional 1 de Eagle Pass, Texas, y Piedras Negras, Coahuila, en noviembre pasado—, las autoridades estadounidenses buscan atender un flujo migratorio abrumador, que ya rebasa la capacidad de agentes en dicha zona.
Sin embargo, lo anterior no es más que otra respuesta desacertada a una situación mucho más compleja, que obedece a causas multifactoriales. Recordemos que la crisis migratoria se alimenta de factores como la inestabilidad política, la violencia, el cambio climático y la búsqueda de oportunidades económicas.
Esta situación ha generado un impacto humanitario alarmante, exponiendo a las personas migrantes a peligros, explotación y vulnerabilidad extrema. La crisis no se soluciona con muros ni cierres de fronteras. Es crucial abordar las causas subyacentes, como pobreza, violencia y falta de oportunidades en los países de origen.
El Gobierno de México, a través del presidente Andrés Manuel López Obrador, ha encabezado esfuerzos importantes al respecto, como la Cumbre Migratoria de Palenque, realizada en octubre del presente año, en la que líderes y representantes de varios países latinoamericanos se reunieron para buscar soluciones colectivas y regionales para abordar este desafío.
A su vez, el Gobierno del presidente Joe Biden también ha promovido acciones relevantes, como el anuncio de una inversión superior a los 450 millones de dólares del año fiscal 2022, a través de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), a fin de implementar estrategias que aborden las causas fundamentales de la migración en Centroamérica.
Las acciones restrictivas son y serán siempre respuestas erróneas que perpetúan esta crisis. La única vía es seguir impulsando una política basada en la empatía y el respeto por la dignidad humana, alejada de la criminalización de las y los migrantes.
Si bien buscan controlar el flujo migratorio, el cierre de cruces fronterizos también tiene repercusiones negativas en el intercambio económico y social entre regiones. De ahí la necesidad de un enfoque colaborativo, con políticas que respeten los derechos humanos y ofrezcan vías seguras para las personas que se ven obligadas a emigrar.
Ante tales cierres, México enfrenta el desafío de gestionar este flujo migratorio y proteger los derechos de quienes transitan por nuestro territorio. Al mismo tiempo, como sociedad, la crisis migratoria nos desafía a encontrar soluciones inclusivas, con respeto a los derechos humanos, porque a final de cuentas no solo es un problema de fronteras, sino también un llamado a reconectar con la dignidad de las personas y la justicia social.
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