Elena Garro, dramaturga, escritora y periodista, nació en Puebla un 11 de diciembre de 1916, pero creció y pasó sus primeros años en Iguala, Guerrero, hasta que se trasladó, años después, siendo ya adolescente, a la Ciudad de México, donde concluyó sus estudios de secundaria para un posterior ingreso al Antiguo Colegio de San Ildefonso. Luego de ello, ingresó a la Universidad Nacional Autónoma de México, donde estudió Letras Españolas y se encontró con el teatro, mismo que vivió de una forma única gracias a Julio Bracho y Xavier Villaurrutia.
Aunque nunca abandonó ni parcialmente su oficio de escritora –pese a que no se asumió en esos años como tal–, fue hasta después de 1955 que retomó el teatro, casi al tiempo en que su matrimonio con Octavio Paz había llegado a su fin. Su primer libro, hasta estos días el más reconocido e incluso nombrado como una de las novelas más importantes de la literatura del siglo XX, fue Los recuerdos del porvenir, y se publicó en 1963.
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Etiquetada siempre como una escritora controvertida, pero sobre todo olvidada en las sombras de una literatura que privilegia lo escrito por autores hombres, Elena Garro no tuvo una vida de ensueño como muchos otros intelectuales del México del siglo XX. Aunque se le identificó como una luchadora social además de como escritora, el debate sobre su participación en el Movimiento estudiantil de 1968 quebró por completo la imagen de defensora que se tuvo de ella en algún momento.
Pese a que no se ha podido confirmar o negar su participación en la masacre de Tlatelolco, su relación con estudiantes, el Estado y el resto de los intelectuales se vio trastocada y rota. No importó que ella negara incansablemente su participación en el movimiento. Fue por lo anterior que pocos años después, para 1972, tuvo que vivir en el exilio en compañía solamente de su hija Helena. El vecino del norte, así como España y París, fueron las latitudes que le dieron resguardo, hasta que volvió a México casi dos décadas después de su partida, en los años noventa.
Más allá de su vida, su obra… y el fin
Considerada por expertos como madre del realismo mágico junto a Juan Rulfo y su Pedro Páramo, la autora poblana publicó una obra vasta que por años estuvo bajo llave, hasta finales de la década de 1950 e inicios de los sesenta que empezó a ver la luz con sus publicaciones en suplementos como México en la cultura, la Revista de la Universidad de México, entre otros, así como también con la publicación de Los recuerdos del porvenir, novela con la que ganó el Premio Xavier Villaurrutia en 1963.
Testimonios sobre Mariana (1981), Reencuentro de personajes (1982), La casa junto al río (1983), Y Matarazo no llamó… (1991), Inés (1995), entre otras, se encuentran dentro de las novelas publicadas en su mayoría por Grijalbo y Joaquín Mortiz. Por el lado de sus cuentos, más allá de las publicaciones individuales en revistas literarias, la editorial Seix Barral publicó, en 1977, El accidente y otros cuentos inéditos, y más tarde, bajo el cuidado editorial de Joaquín Mortiz, se publicaría Andamos huyendo Lola (1980).
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Como dramaturga publicó también en suplementos culturales: Un hogar sólido (1957), La mudanza (1959), El árbol (1963), Los perros (1965), Felipe Ángeles (1967), El rastro (1981), entre otros. En 2009, el Fondo de Cultura Económica reunió parte de sus obras en Sócrates y los gatos.
Además del Villaurrutia, también se hizo del Premio Grijalbo por Testimonios sobre Mariana en 1981, el Premio Bellas Artes de Narrativa Colima para Obra Publicada en 1996 y, en el mismo año, el Premio Sor Juana Inés de la Cruz. Desafortunadamente, un par de años más tarde, cuando el reconocimiento comenzaba a caer en abundancia, falleció a los 81 años, en 1998, a causa de un paro cardiorrespiratorio.