El aprendizaje requiere trabajo real
William Crawford
Para la mayoría, sentirse bien es cuestión de que le vaya bien y esto, a su vez, de lo que le suceda en la vida. Si el que nos acaezcan estabilidad económica, una pareja adecuada y una familia funcional es básico para el bienestar emocional, tener éxito y riquezas, ser popular y admirado son la cereza del pastel de la felicidad.
En el párrafo anterior utilicé el verbo acaecer, que significa ocurrir de forma repentina, porque en el imaginario colectivo del mexicano lo bueno viene de afuera, por suerte, destino, regalo de Dios o capricho de la vida, a la que decepcionados calificamos de injusta cuando no nos da lo que esperamos de ella.
Creemos que debemos esforzarnos, sí, pero solo para hacer méritos, porque el resultado final no está en nuestras manos. La gente es ingrata, de acuerdo a otro de nuestros paradigmas culturales.
Nuestros vecinos del norte, en cambio, crearon otro imaginario colectivo: allá el esfuerzo invariablemente fructifica. Lo vendieron muy bien a todo el mundo para convertirse en la potencia que son, sin calcular sus terribles consecuencias: una migración incontenible y una población migrante insostenible. No es lo mismo el sueño que su realización.
Esta breve descripción de los imaginarios colectivos tiene el propósito de ilustrar la eterna búsqueda de bienestar interior del ser humano fuera de sí mismo, a pesar de que hoy sabemos, claramente, que depende de ese ineludible viaje interior que, por supuesto, es toda una odisea, el camino del héroe.
El destino de ese viaje no es otro que el crecimiento en conciencia a través del aprendizaje y éste no consiste en saber cosas sobre la vida por saberlas, para parecer sabios, sino en volvernos entendidos en la única alquimia útil al ser humano, la transformación de su propio y personalísimo plomo en oro, lo cual no tiene otro propósito que el de sentirnos bien porque así lo decidimos, independientemente de lo que nos pase y de cómo nos afecte, porque al malestar y al dolor no debe rehuírseles, son parte sustancial de la vida.
Y más allá de aprender a sentirnos bien por obra propia, se trata igualmente de sentirnos cómodos sintiéndonos bien, porque, créame, conozco gente que, debido al predominio del malestar en su vida, está muy incómoda en bienestar.
De hecho, a todos nos ha pasado que sentirnos bien nos despierta terribles augurios de que algo malo está por venir y nos arrebatará la momentánea felicidad que nos acaeció, y en lugar de seguirla experimentando volvemos de inmediato al malestar, que es el patrón emocional predominante, ciertamente aprendido en nuestros hogares, por lo menos a través del ejemplo, si no es que de mensajes claros y directos, y reafirmado además por las interpretaciones que le dimos a nuestras experiencias personales a partir de ese aprendizaje.
Ese aciago presentimiento es autoboicot. El bienestar emocional es incómodo, porque el sentido de nuestra vida está en el drama personal, y es peligroso, porque en cualquier momento alguien nos arruinará el momento, en persona o en redes sociales, donde cualquiera de los infaltables comentadores buscapleitos nos puede desestabilizar, y de pronto nos encontramos contestándole en el mismo tono, con cero autocontrol, que puede convertirse en cero autodominio, si ese berrinche, vago malestar o franca indignación nos acompaña inadvertidamente todo el día, disparándose en el momento menos pensado.
En resumen, a sentirse bien también se aprende. De hecho, este aprendizaje es la única forma de recuperar y prolongar el bienestar emocional a voluntad, además de no perderlo a cada rato y por cualquier tontería. Dolerá –cada vez menos–, pero también será emocionante y divertido. Requerirá constancia, porque se trata de crear el hábito de estar bien, para contrarrestar el de estar mal. Esto es lo primero que hay que comprender cabalmente, es decir, creérselo, de lo contrario no funcionará la técnica que veremos en el próximo artículo.
@F_DeLasFuentes