La fecha llegó y Javier Milei juró como el duodécimo presidente de Argentina desde que se reinstaló la democracia hace cuatro décadas. Su mandato inició con un discurso pronunciado en las escalinatas del Congreso, mediante el cual marcó un quiebre con la tradición e hizo un llamado al cambio.
Sin embargo, vale la pena reflexionar en torno a cómo se abordarán los cambios propuestos, así como su impacto en la sociedad argentina. La proclamación de una “nueva era” plantea interrogantes sobre la dirección política, económica y social que tomará Argentina bajo su liderazgo.
Y es que su postura de derecha, a favor de una mayor apertura comercial y una economía liberal, pareciera ignorar las lecciones del pasado, cuando políticas similares llevaron al empobrecimiento de varios estratos de la población. Además, el “shock económico” que prometió, a través de recortes al gasto público y una apertura total al libre mercado, podría exacerbar las desigualdades existentes.
Las medidas económicas presentadas por el ministro de economía, Luis Caputo, marcan un viraje importante en la política estatal y dejan entrever una transición hacia un modelo ultraliberal. Incluyen el establecimiento del tipo de cambio oficial en 800 pesos argentinos por dólar y la no renovación de contratos laborales estatales de corta duración; esto último pone en riesgo la estabilidad de muchas y muchos trabajadores.
Asimismo, la reducción de 16 a nueve ministerios y de 106 a 54 secretarías puede interpretarse como un recorte a la capacidad de gestión y asistencia estatal, lo cual podría afectar la atención a las necesidades ciudadanas, especialmente en momentos de crisis socioeconómica.
La disminución de subsidios a la energía y al transporte también levanta inquietudes sobre su impacto en los sectores más vulnerables. Además, la decisión de reducir las transferencias del Estado a las provincias podría debilitar la capacidad de estas para resolver sus problemáticas locales.
Aunque destaca el intento de mantener programas sociales como Potenciar Trabajo, sin intermediarios en el cobro de beneficios como la Asignación Universal por Hijo, lo cierto es que también plantea un aumento significativo del impuesto PAIS y retenciones a exportaciones no agropecuarias.
El compromiso de enfrentar la inflación con medidas radicales suena riesgoso, especialmente cuando se carece de un plan concreto para amortiguar el impacto en los sectores más vulnerables. Su enfoque casi exclusivo en el liberalismo económico podría tener consecuencias devastadoras para la estabilidad social y económica argentina.
La asunción de responsabilidades y desafíos por parte del presidente Milei es alentadora, pero también será interesante observar cómo se traducirán esas palabras en acciones concretas y cómo se reconciliarán los principios liberales con la necesidad de un Estado garante de los derechos sociales. Pero eso solamente lo responderá el tiempo.
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