No hay duda de que las elecciones presidenciales se definirán más como un concurso de simpatías que por un análisis de los electores de los programas de gobierno, más cuando de un lado el coordinador de campaña de facto es el carismático presidente Andrés Manuel López Obrador.

Más allá de las hoy precandidatas, habría que poner atención a los personajes que las rodean. Podremos ver impresentables en ambos bandos, una pandilla de arribistas muy cerca del oficialismo y también un grupo de políticos y especialistas respetables en ambos lados.

Evidentemente que la corcholata del régimen no hace, hasta ahora, otra cosa que repetir un discurso de continuidad al pie de la letra de todas esas malas decisiones que han llevado al país a un estado de estancamiento del Estado.

Del otro lado, se ha conformado un grupo con mentes muy brillantes, sobre todo en los temas económicos, que desafortunadamente son blanco fácil para quien detenta todo el poder, el monopolio de discurso y la agenda pública y con un manejo excepcional, incuestionable, de la propaganda desde sus mañaneras.

Está claro en un análisis frío que la alternativa más viable para el país en materia económica, hasta hoy, la constituye el discurso opositor. México está lleno de focos amarillos, algunos ya tirando al rojo, en materia financiera que si no se atienden rápido seguro van a generar una crisis durante el siguiente sexenio.

Si la opción electoral oficialista es la continuidad lopezobradorista solo con una cara diferente, pronto la estabilidad macroeconómica que se mantiene hasta este punto se verá alterada. Y solo como botón de muestra, un nombre: Pemex.

Un proyecto económico que lleve los apellidos Gurría, Guajardo o De la Madrid puede funcionar si se aplica con habilidad política, que es algo que todavía hay que descubrir en la abanderada opositora.

Y del lado oficialista tendría que romperse esa relación simbiótica entre el líder populista y a quien considera su creación, para que entonces tengan oportunidad de replantear el panorama de gobierno con un poco más de sensatez personajes como Gerardo Esquivel.

La mejor carta de presentación del experto en economía y finanzas de la candidata oficial no es su doctorado en Harvard, sino haberse atrevido a criticar algunas políticas sociales y asistenciales de López Obrador. Como resultado, fue expulsado del paraíso cuatroteísta.

Desde la oposición tienen que proclamar a los cuatro vientos cuales son los peligros verdaderos que este régimen dejará sembrados para la economía mexicana tras el final de este sexenio. Deben convencer a los ciudadanos que estamos no muy lejos de una situación de crisis por el mal manejo de la política económica.

Y desde la opción oficialista lo único que queda es que haya un rompimiento hacia el sentido común y se hagan planteamientos que reencausen la confianza a través de dotar de sentido común a la administración pública.

El discurso de continuidad a ciegas seguro puede conseguir muchos votos respaldados en la emoción, pero eso sin duda aumentaría la desconfianza de aquellos agentes económicos que invierten y crean empleos, que se sintieron capaces de resistir un sexenio, pero que saben que otro igual ya no lo aguantan.

 

      @campossuarez