Acaso como idea de hacer frente a los grupos liderados por hombres en un sistema que prioriza a los frontmen dentro de una industria de por sí complicada para las agrupaciones conformadas y creadas por mujeres, pero también como respuesta al accidente que sufrió una de las hermanas de Ita (y que ahora observa a lo lejos como un punto de inflexión), nacieron, en 2014, Las Luz y Fuerza, una banda cabaretera y cumbianchera con toques disco y punk bajo el manto de Laura y Marina.
Pese a que estamos a un clic y una breve búsqueda para conocer el origen del nombre de la banda, decido adelantarme en esta charla a Laura acerca del mismo, aunque yo lo sepa a medias “Nosotros buscábamos un nombre divertido y que tuviera una alusión, entonces se me apareció el abuelo”, cuenta, “hemos crecido con el logo de la compañía de Luz y Fuerza del Centro porque él fue abogado (de esa compañía) durante los setentas, ochentas y crecimos con ese logo”. Y describe la imagen a la perfección mientras confiesa que, aunque con cambios, la agrupación usa el mismo logotipo., pues también ve un balance entre luz, fuerza, fortaleza y la oscuridad y lo grises que todos tenemos.
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A propósito de todo, cerca del final de un año glorioso para la carrera de la agrupación que además de las hermanas tiene en sus filas a Oceana Castañeda en la flauta y el trombón, a Rodrigo Enciso en la batería, a Jesús Ochoa en las percusiones y a Ricardo García en el bajo, Laura de Ita, quien pone voz y letras a la mayoría de las canciones, platicó con Diario 24 Horas, entre muchas otras cosas, sobre la concepción de la banda, sus ideas y los referentes que les inspiran.
“El nombre (del evento que convoca esta charla)”, dice la frontwoman de la agrupación, “refleja que nuestro concierto es muy ecléctico. Nuestra base es la cumbia, partimos de la cumbia pero de pronto nos vamos a géneros y a ritmos distintos”. “Se vuelve como cuando un DJ va poniendo varios géneros en una pista, pero esto”, aclara, “con música en vivo.”
Laura resalta la variación de géneros, que va de la cumbia a la música disco pasando por el punk, para “prender más” a la gente con lo que es, a estas alturas, la esencia mayor de la banda. Para lograr este espectáculo, explica la también actriz, “mucho tiene que ver la intensidad del baterista pues va en aumento” hasta llegar a algo que navega entre el ska y una onda punk hasta volverse algo “catártico“. “Es como un pasaje, como ir de un género a otro sin que sea tan radical sino poco a poquito”, para ir “soltando el cuerpo, la gama de movimientos, de ritmos”.
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Este juego de géneros y ritmos les ha permitido, por su experiencia y, claro, el talento evidente, colaborar con artistas de la talla de Amandititita, el Instituto Mexicano del Sonido, abrirle incluso un concierto a Silverio. De no tener esta muestra multicultural dentro de su naturaleza como banda, dice: “estaríamos más encasillados con grupos de cumbia o salsa, dentro de esos géneros”, y, por el contrario, debido a que vienen de disciplinas tan distintas y la clara idea de no encasillarse en un sólo género, las posibilidades se amplían. “La gente incluso lo agradece”, concluye Laura.
Sabiendo que el próximo año cumplen una década de carrera, echando mano de la memoria para ver lo que han pasado, la cantante se sorprende, pero recuerda feliz que “se le han ido como agua”. Cuenta también sobre lo complejo que fue atravesar una pandemia y cómo fueron “año y medio o dos años un poco pausados”, pese a que siguieron tocando en streamings. “Sí lo veo”, vuelve al tiempo, “como algo buenísimo. Hemos perseguido el foco, no nos hemos desperdigado, no nos hemos…”, y se interrumpe acá, pues viene a su recuerdo una anécdota que compartió con el icónico Chava Rock, leyenda del periodismo cultural y musical, quien le dijo que pensaba que no iban a durar como banda, que les veía como “un capricho”, y se confirma a sí misma que comenzaron como “un hobbie profesional”, sin embargo, confiesa, sí buscaban a toda costa ser escuchadas, entrarle a los festivales y tocar en todos los lugares posibles. De capricho, nada. Legitimidad a tope.
Laura confiesa que, sobre todas las cosas, Las Luz y Fuerza son una familia muy respetuosa y cariñosa, que se rebela a los estándares del disgusto cuando la que lidera la banda es una mujer. Le achaca a la disciplina, la diversión, la entrega y el profundo respeto que le tienen todas y todos al proyecto, el tiempo al que la banda lleva en activo. “Se trata de dar todo lo mejor posible”, apunta entre risas: “aunque suene a cliché”.
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De su disco, que se lanzó en 2018, cuatro años después de iniciarse como banda, todas las canciones, a excepción de dos que escribió Marina, son de Laura. “Estaban las letras que había escrito, debajo del colchón y en el clóset… hasta que me animé a sacarlas y mi hermana (Marina) a musicalizarlas”, recuerda. Ya con el paso del tiempo, revira, los otros integrantes se han ido soltando para también escribir sus propias canciones. El paso del tiempo libera, “de eso sirven los años”, expresa.
Aludiendo las características paliativas de la música, es decir, como remedio infalible para el dolor, después de contar brevemente sobre el fallecimiento de su padre, cuenta que escribieron para él una canción, ella y su hermana. Aunque fue bueno y liberador por las propiedades de sanación, confiesa que duró cerca de un año sin escribir absolutamente nada. Pandemia y desaliento por medio, no resulta complicado creer que no había espacio para nada que no fuera dolerse y sobrevivir.
Cerca del final de la charla, un poco para salir de la pausa nostálgica, la vocalista de Las Luz y Fuerza hace un breve repaso por sus referencias y esa música se le ha hecho completar las piezas de su formación. Hace hincapié en las colaboración que en su momento mantuvo Toy Selectah de Control Machete con el acordeonista y cumbianchero Celso Piña. “Son mi primer referente”, confiesa. Suma además la cumbia exótica y psicodélica de Sonido Gallo Negro; “definitivamente son mis maestros”, revira. Para culminar con los clásicos mexicanos del género, recuerda a Nortec Collective. “Yo algún día quisiera cantar como ella”, revela, haciendo alusión a Chavela Vargas, de quien se pronuncia fanática sin titubear, “por cómo se plantaba en escena, cómo movía sus manos y sus brazos; la interpretación que le daba a las cosas… ese sentir”. También suma a su fonoteca personal a figuras como Liliana Felipe, Jesusa Rodríguez, Café Tacuba, Los Ángeles Azules, La Sonora Dinamita, el Instituto Mexicano del Sonido y otros clásicos como Rigo Tovar, Chico Ché y Pérez Prado.
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Sin ánimo alguno de conclusión, pido a Laura una breve descripción que sirva para invitar a la gente a su Posada Punkumbianchera, que tendrá lugar el próximo viernes 22 de diciembre en El Vicio. “Es como un cierre”, cuenta, “uno emotivo y divertido”. Y nos adelanta que, como buena posada, habrá una piñata, aunque en lugar de fruta, estará repleta de juguetitos divertidos y unas cuantas sorpresas más. Los asistentes disfrutarán de la música de Las Luz y Fuerza por poco más de una hora, pero en ese lapso intentarán propagar su identidad y algo de felicidad dentro de este mundo tan ruin. E intentar sanar, concluye, porque también es lo que hace la música. Sanar.