Recuento de los daños
En el cruce de Paseo de la Reforma e Insurgente, en la noche del 20 de mayo de 1984, fue asesinado el periodista Manuel Buendía Téllezgirón. Apenas salió de la oficina en dirección a su automóvil, “un hombre alto, fornido, con gorro militar y corte de pelo conforme a las normas de esta institución” se acercó por la espalda y le dio cinco tiros por la espalda para después escapar con ayuda de una motocicleta a través de Zona Rosa, según lo narran los testigos. La muerte fue instantánea debido a la gravedad de las heridas.
Aunque la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) registra a Rafael Moro Ávila, agente de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), como el culpable del asesinato, y a José Antonio Zorrilla Pérez como autor intelectual. Sin embargo, el documental Red Privada: ¿Quién mató a Manuel Buendía? (2021) plantea, en voz de quienes testifican y platican sobre el autor de la columna Red Privada, una “nueva” hipótesis que pone a Zorrilla y a Moro Ávila como “chivos expiatorios” de lo que en realidad fue un crimen de Estado.
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Responder a la pregunta con más preguntas
Ser periodista en México es un trabajo de alto riesgo. Para dimensionar, hasta el pasado 11 de diciembre, este 2023 habían sido asesinados nueve periodistas; dos de ellos con posible relación a su labor periodística, según un apunte de Artículo 19. Asimismo, el país es sólo superado por Irak, territorio que ocupa el primer lugar en asesinatos a periodistas en el mundo entero.
El preámbulo anterior para contrastar la ausencia de cambio desde 1984. Acaso no ha habido algo más que un aumento desmedido para las y los dedicados a la profesión. Vale la pena hacer el recorrido a propósito del asesinato de Manuel Buendía porque, pese a que se cumplen cuatro décadas del infortunio el año siguiente, poco ha evolucionado.
El documental dirigido por Manuel Alcalá dibuja el espectro completo alrededor del asesinato de Buendía. Más repleto de porqués que de respuestas absolutas, este ejercicio periodístico, que le hace juego al true crime, es una ventana que permite asomarnos al peligro de ser un referente sin fronteras, que no teme a las represalias de las altas esferas con tal de ser siempre respetuoso de las ideas propias y de la responsabilidad del oficio periodístico.
Evidencia, pese al paso del tiempo, lo que realmente interesa a quienes ocupan las sillas del poder; cómo el abuso de poder desvirtúa lo que quiere jactarse de legítimo. Es una tierra de impunidad y represión, donde otros tienen que pagar los platos rotos que alguien más aventó al suelo. Cómo se registran los avances de los casos, hasta dónde existe la libertad, la censura, la represión y el silencio.
El documental recoge documentos y registros de todo lo relacionado con el tema. Desde quien reconstruye los días de Manuel Buendía y describe su trabajo hasta quienes desdibujan hipótesis, recuerdan culpables y aportan, de nuevo, datos clave. Una revisión profunda que se enfoca no en la información a la que todas las personas tenemos acceso, sino sí a dilucidar crítica y analíticamente esta historia que parece no tener fin. Parece ser el síntoma recurrente de las verdades históricas.
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Nada más que agregar
Si por sí solo el documental consigue una atracción, sea por curiosidad o por oficio, son los testimonios, —también puestos a discusión para abonar a la elaboración de las conclusiones o las hipótesis propias—, los que terminan por completar el rompecabezas del convencimiento. Aparecen, entre otras, las voces de Sergio Aguayo, Raymundo Riva Palacio, Elena Poniatowska, Jorge Meléndez, Carmen Aristegui, Jorge Carrillo Olea, Miguel Aldana. Un desfile de personajes que suman a los contrastes.
Podría sí considerarse, finalmente, una cinta que debería interesar a quienes se encuentran inmersos en el lo que al periodismo respecta, pues no sólo se trata de un asesinato más, sino del que Miguel Ángel Granados Chapa llama el primer asesinato de la narcopolítica en México. Que no es para menos ni se necesita más. Documental, sí, pero también invitación a la reflexión, propuesta de replanteamiento, exhorto a ejercer el oficio con toda la pasión posible, y sobre todo conscientes de que, parafraseando a Manuel Buendía, nadie que se precie de verdadero periodista, aun en el último día de su muerte, puede considerar que llegó a la cumbre.