Fue en 2015 que, para festejar el aniversario número 100 del nacimiento de Billie Holiday, las hermanas Beaujean, Ingrid y Jenny, quienes ya conducían un programa radiofónico dedicado a “el lado femenino del jazz”, congregaron a algunas de las cantantes más destacadas del jazz para reinterpretar las canciones más icónicas de Lady Day. Ahí, apenas terminaron ese momento de voces dando una nueva vida a los clásicos de la jazzista,se dieron cuenta de la sinergia creada. Fue tal la conexión que no hubo manera de dejarla pasar. Entonces nacieron Las Billies.
“Nos dimos cuenta que teníamos muchas afinidades”, dice Ingrid Beaujean sobre las cinco integrantes que ahora forman la agrupación, “y ahora no sólo somos colegas musicales, sino que somos muy buenas amigas”. Abunda en las conexiones y la importancia de encajar: “las dinámicas de los ensayos y de todo siempre ha sido, en esta parte, también de convivir como amigas. Entonces sí, fue un poco de las dos cosas: el homenaje a Billie Holiday, pero también esa complicidad, ese acompañamiento, el encontrar personas afines a tus búsquedas musicales. (Hallar compañeras) que te comprenden y que comprenden tu quehacer artístico, siempre es muy mágico”.
En la entrevista, realizada por un servidor para este diario, acompañaba a Ingrid otra de las integrantes: Claudia Arellano, quien destaca su pensamiento sobre la complejidad de vincularse artísticamente: “es difícil encontrar con quien te conectes musicalmente. Digamos que no se da tan fácil, y sin duda Las Billies fue una cosa automática…”, e interrumpe por unos segundos para dejar clara la emoción con un pequeño grito: “fue el destino”, concluye.
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“Primero”, su LP iniciático
Conformado apenas por ocho canciones y publicado en abril del pasado 2023, este disco, curiosamente titulado Primero es su debut en la larga duración. Pese a la emoción, Claudia confiesa que les falta demasiado por grabar. “La verdad tenemos un repertorio muy amplio, y, además, no es sólo que haya una sola arreglista, ¡somos cinco arreglistas…, y antes éramos seis!”, por tanto, “cada quien lleva arreglos y eso multiplica el trabajo”. Recuerda entonces que eligieron ese repertorio para hacer honor a sus primeras rolas, es decir, lo del homenaje.
Como volver al origen, pues. Sin embargo, Ingrid agrega que tuvieron la oportunidad de grabar este disco en medio de la pandemia que azotó al mundo hace un par de años, y, aunque confiesa que todas estaban cuidándose cada cual en casa, decidieron sí o sí hacer este disco porque les “pareció que (les) alegraba el alma” juntarse a cantar, el poder interrumpir la rutina solitaria. Como parte de ese volver, “recordamos ese momento que nos unió como banda”, sentencia una de las hermanas Beaujean.
Ser mujeres en el jazz y más allá de los instrumentos
Conociendo por registros del tiempo dentro de su carrera que predomina la mano de las mujeres en esos trabajos técnicos que apoyan detrás de los escenarios y durante los eventos, aventuro la pregunta sobre lo que significa tener dentro de sus filas a puras mujeres, si es una apropiación de los espacios, una manera de reivindicar o simplemente algo que escapa cualquier lógica. “Hay una cosa que nos gusta mucho pensar”, responde Ingrid, “en el jazz es muy fácil ser mujer, (pues en este género) la mayoría de las cantantes son mujeres”. Sin embargo, contrasta con los otros componentes, evidenciando lo que de alguna forma seguimos negándonos a ver: “no hay mujeres (inmersas) en la ingeniería en audio, en la producción, en la iluminación. A veces cada una tiene proyectos, entonces no en el contrabajo, no en la batería”. Pese a ello, menciona que no es único que trabajen con mujeres, porque también hay hombres que les ayudan. Lo más importante, recalca, “es trabajar con las personas más chidas”, con quienes se sientan cómodas.
Por su parte, Claudia habla de la comodidad que le ha conferido el trabajar con mujeres en todas las disciplinas en las que se desarrolla. “En todo ese ámbito”, menciona, “he logrado que mi círculo esté completamente formado por mujeres, y la verdad es que sí ha sido otra cosa. Ha sido mucho más fácil, mucho más bonito, mucho más abierto, mucho más comprensivo, mucho más solidario”. “La verdad, yo sí me atrevería a comparar esos espacios y decir que yo me siento completamente más cómoda trabajando con puras mujeres”, concluye.
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Sus sonidos, un catálogo repleto de colores
“Muchos músicos no estamos pensando en qué género estamos haciendo”, menciona la arreglista Beaujean, “tenemos que encajar en algo porque así nos lo dicta la mercadotecnia de la industria musical. Pero…”, aclara, “yo no estoy pensando si es un bolero, si es un jazz, si es un swing, si es un rock, pero sí estoy pensando en que algo me gusta cantar o algo me gusta componer, o ¡tengo que componer esto!, o esta sensación, o esta emoción”. Como una breve revelación, en la que cae en cuenta que primero hace (y probablemente deshace) y compone y luego piensa “en dónde encaja”.
Atribuye esa pluralidad de estilos y ritmos al amplísimo catálogo de afinidades que tienen todas las integrantes de Las Billies –quienes son, además de Ingrid y Claudia, Leica Mochán, Jenny Beaujean y Luz Varela–. Un quinteto al que le gustan muchas cosas, donde prima la cultura, por eso es que la agrupación, dice Ingrid, “tienen esta variedad tan grande”. Entre risas, opta por concluir que no se definen en tal o cual género, pero que, si acaso tuvieran que hacerlo, sería el de “Ñoñez Ensamble Vocal”.
Pese a la libertad que sirve como espina dorsal de la banda, Claudia, quien también trabaja en teatro, mencionó que hay veces que “sí se ponen metas”, sea que le tiran al jazz, al rock o, como es el caso que cuentan, los boleros, donde todas, menos Jenny, estuvieron de acuerdo. Y no se juzgan, permiten no tener que responder a todos los deseos individuales. Lo libre, concluyen, es lo que hace que todo gire y funcione como lo ha hecho a casi diez años de carrera.
Trabajar entre cinco, un reto luminoso
Con una broma, Ingrid dice que “no son como los hermanos Gallagher”, sólo para evidenciar lo funcional de todas las piezas que empatan para hacer girar el proyecto. “Algo que siento que está bien divertido de este ensamble es que cada una tiene proyectos personales, a los cuales les pone (cada una) mucho empeño, y (…) como grupo somos muy flexibles. (…) Si una no puede no es el fin del mundo. Es como: “No puedo, y no puedo”. Y puede ser por cualquier razón, ¿eh? Puede ser hasta…”, interrumpe amable Claudia, “por no querer”. Incluso, dicen relajadas ambas, hasta por querer ir al cine.
Achacan la ausencia de presiones a la durabilidad de la banda. “Aquí es como… estamos dando lo que podemos, lo que queremos”, concluye Ingrid entre risas contagiosas, “nos pagan por ser amigas y por cantar juntas”. Además de la libertad, nombran algo de suma importancia para “llevarse la fiesta en paz”: la flexibilidad y el respeto del espacio personal con las demás integrantes, es decir, si están inmersas en alguno de otros de sus proyectos, no interfieren, se permiten esos escapes. “El respeto y el amor es lo que va sobre todas las cosas”, concluye Claudia.
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Ser parte del jazz y que el jazz forme parte de ti
Entre las disertaciones, aclaran que, aunque ser mujer en el jazz tiene sus ventajas, sólo se encuentran cuando quieren ser vocalistas. Sin embargo, Ingrid agrega un dato importante: “algo que sucede muy padre últimamente es que hay más mujeres generando espacios jazzísticos para instrumentistas y músicas en general. Y algo que es muy bonito es ver a grandes exponentes del jazz que habían sido olvidadas en la historia y que ahora están siendo mencionadas”. “Es muy bonito saber que uno puede tener esas figuras a seguir”, concluye.
A manera de paréntesis, menciona que algo similar está sucediendo en el fútbol. Ya no sólo hay ídolos hombres como cuando empezó a jugar o a sentir un encanto por el deporte, sino que “ahora podemos decir que hay mujeres que admiramos mucho y que son nuestras ídolas”. “Ya las conocemos”, agrega Claudia, como una reverberación astuta de algo que es evidente y que sin embargo pasamos por alto.
Como de corolario dentro de esta pregunta sobre el jazz y las mujeres en el jazz, Claudia apunta una visión interesante sobre las categorizaciones modernas de lo hecho por mujeres y lo hecho por hombres: “Creo que esos espacios radicales ayudan y aportan, por lo pronto, un equilibrio, o por lo menos a visibilizar, a decir: “ahí está”, ahí estamos las Mafaldas”, referenciando a la inmortal joven que dibujaba Quino.
Aunque ambas concuerdan sobre esta primera categorización y sobre cómo es relevante a niveles históricos para que más tarde esto salpique todos los rubros habidos y por haber para no tener que delimitar más todo, esperan que pronto desaparezcan los famosos “clubes de Toby”.
Su Aquelarre Vocal de Reinas Magas
Tras un brevísimo repaso sobre sus listas de reproducción y lo que alimenta su oído musical en el día a día, y aprovechando una vez más el pretexto musical, realizan una invitación para que asistan a verlas el próximo sábado 6 de enero a su aquelarre en el Teatro Bar El Vicio. Anticipan que “serán puras voces, mucho canto”, que habrá tres agrupaciones: una que congrega a directoras de coro que cantan boleros, las SongRoots, un coro canadiense muy particular y, finalmente, Las Billies. Todas estarán juntas en el escenario. Será un espectáculo de voces, voces y más voces. Están todas invitadas a la juerga.