No existe mayor debilidad de un Estado que los golpes hacia la seguridad. Lo que ha ocurrido en Ecuador es la demostración de la debilidad del Estado y de la fortaleza del hampa que logra poner en jaque no sólo a la sociedad civil sino a políticos, militares y autoridades.
El Estado de Derecho está para algo. No se trata sólo de una forma jurídica que defiende la libertad y la democracia. Es la ley en su máximo esplendor. Cuando se vulnera se corre el riesgo de debilitar el país. Esto es lo que ha ocurrido en Ecuador.
Los dos últimos gobiernos, el de Lenín Moreno y el de Guillermo Lasso fueron dos fracasos. Ecuador pasó de ser uno de los países más seguros de América Latina a uno de los más peligrosos. Parte del crimen organizado latinoamericano vio en Ecuador un vergel dónde recalar. Ecuador pasó a ser el país principal de donde salía la cocaína hacia Europa. El crimen organizado se asentó allí y comenzaron a proliferar un sinfín de cárteles domésticos que comenzaron a tener cada vez más poder.
Es verdad que algunos capos terminaron en prisión. Sin embargo, esa fragilidad del Estado hizo que desde las cárceles controlaran todos sus negocios. Las penitenciarías se convirtieron en las oficinas de los narcotraficantes. La corrupción, el dinero y las armas dentro de las cárceles hicieron el resto.
El actual presidente de Ecuador, el joven Daniel Noboa, tiene un problema no menor. Debe reducir al hampa a su mínima expresión. Por eso empezó a copiar el ejemplo de El Salvador de Bukele, claro que ni él es Bukele ni Ecuador es El Salvador.
Tiene poco tiempo para demostrarlo. En algo más de un año hay elecciones en Ecuador, si quiere ser Presidente no tendrá más remedio que acabar con el narcotráfico y su poder omnímodo. Eso es algo difícil de atajar.
Tras esta crisis vendrán otras. Si no va arreglando este problema de seguridad, la vulnerabilidad del Estado seguirá vigente y terminará por pasar una factura indeseable.
@pelaez_alberto