Hae Sung (Teo Yoo) y Nora (Greta Lee) en un fotograma de 'Past Lives' (2023).
Foto: A24. Hae Sung (Teo Yoo) y Nora (Greta Lee) en un fotograma de 'Past Lives' (2023).  

I

En el descomunal libro de ensayos La experiencia del amor (Gris Tormenta, 2022), donde autores como Natalia Ginzburg, Elvira Hernández, Raúl Zurita, entre otros, recogen testimonios sobre la concepción, percepción, maleabilidad, experiencia, evolución y existencia del amor a partir de coordenadas particulares (un grafiti, una constante en un motor de búsqueda, un verso en un poema, la relación de la poesía con el ente, etcétera), la escritora bell hooks (Kentucky, 1952-ibidem, 2021) recupera una memoria sobre un graffiti en una pared que luego fue borrado, sobre la que construye una conclusión (quizá radical, quizá certera): 

“Hoy en día son muy poco frecuentes los debates sobre el amor. La cultura popular es probablemente el único ámbito en que se habla de nuestro anhelo del amor. Si queremos encontrar expresada nuestra necesidad de amor, tenemos que acudir a las películas, las canciones, las revistas y los libros, pero ya no hay en ellos el mensaje vital de las décadas de 1960 y 1970, ese mensaje que nos impelía a creer que «All you need is love», que «todo lo que necesitas es amor, amor, amor». Ahora los mensajes más populares son los que proclaman la falta de entidad del amor, su irrelevancia”.

Más tarde, recompone (o no) diciendo que los jóvenes de esta época “se muestra escépticos ante el amor, porque la inmensa mayoría tiene la sensación de que es imposible encontrarlo”. Es decir, ya no existe el arrojo pasional de hace cinco o seis décadas atrás. Sin embargo, valdría la pena asumir, al menos la idea, de que el amor es un “motor de transformación”. Dejar de temer a la exploración “del significado del amor en la vida cotidiana”. 

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Porque vale la pena su exploración, para magnificar la experiencia y observar, entonces, desde un espacio que permita un respiro. Quizá fue así que, e intuyo valientemente, Celine Song (Corea del Sur, 1988) escribió y dirigió Past Lives (2023), su ópera prima como cineasta. Cuyo germen fue, claro, un episodio de su propia vida.

II

La primera escena nos revela observadores de quienes protagonizan esta historia: Hae Sung (Teo Yoo), Nora (Greta Lee) y Arthur (John Magaro), adivinando, a través de una voz sin cuerpo, qué relación guardan, hasta que en un silencio fugaz Nora Moon voltea a la pantalla y, quebrando la cuarta pared, abre de par en par las ventanas para asistir al resto del relato.

De pronto, lo que se sabe historia incontable, que no sería posible de narrar de otra manera, pues toma forma, se erige con la magnificencia que sólo permite la naturalidad y la transparencia emparentada con la sensibilidad que no sólo especula, sino que ya conoce de antemano y ha puesto en práctica. 

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Sin intención, Carmen Boullosa (Ciudad de México, 1954) escribe en el mismo libro que antes mencionaba y como para constatar el hecho: “El amor no «sirve para fines diversos, según la conveniencia de quien dispone de él». Al amor no se le dispone. No se le «usa», no se le «aplica». No es útil: disgrega, promueve la revuelta”.

Claro: el amor no pregunta, pero sí responde. Que Hae Sung busque a Nora tras su emigración a Norteamérica a través de un medio impensable sólo para volver a tener contacto es síntoma de una descomposición, “una revuelta” personal. Han pasado doce años pero esa conexión (ese deseo) sigue inmutable. Aunque luego venga una pausa, probablemente provocada por el miedo, levemente por la distancia, y fuertemente por una trampa puesta por el mismo amor.

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Volverán a pasar los años y Nora y Hae Sung volverán a encontrarse en la visita de este a Nueva York, él con un amorío interrumpido y ella con un matrimonio de años con un hombre que, podemos observar sin confusiones, le ama profundamente. Los encuentros, perceptibles como eternos pese a su fugacidad, son sostenidos por la memoria que nunca se borró por completo.

Foto: A24.

III

El destino (In-Yun-인연) hace de personaje principal, también, como rellenando los huecos que ha dejado el tiempo. Un transcurrir de diálogos envolventes, sinceros, sencillos, sin pretensiones falsas ni arbitrariedades. No hay nada que aparentar. Será entonces, en la barra de un bar, en una madrugada cualquiera en calles neoyorquinas, que una charla conduzca a un final del que hemos sido todas partícipes. Veremos ahí, acompañadas del llanto, que el amor, parafraseando a Nélida Piñón (Brasil, 1937-Portugal, 2022), habrá agotado a aquellas y aquellos que han sucumbido a su hechizo.