En el catálogo de juguetes populistas del régimen de López Obrador uno de los favoritos es hacer creer que un peso caro, en su relación frente al dólar, es una muestra de fortaleza económica.
Para quien viaja de vacaciones con la familia completa a Aspen, o para quien paga una renta de una lujosa mansión en Houston o para quien tiene un hijo estudiando en el Reino Unido, claro que conviene un dólar barato.
Pero para una economía como la mexicana que tiene una enorme vocación exportadora y que tiene a millones de personas que dependen de las remesas para su supervivencia, lo que conviene es una paridad que respete los equilibrios inflacionarios de las dos economías, la mexicana y la estadounidense.
El peso es ya una moneda emergente madura, una de las más negociadas del mundo, tiene una enorme liquidez y operaciones internacionales 24/7.
La estabilidad que tuvo la economía mexicana desde principios de este siglo y hasta el año pasado eran un respaldo esencial para esa fortaleza. Este año se han descompuesto las finanzas públicas con fines electorales y dependerá de los remedios que instaure el siguiente gobierno para saber si se mantiene la confianza en la moneda. Pero el peso de hoy es más resistente a las ocurrencias políticas internas.
Sin embargo, con todo y esa fortaleza, esa apertura y libertad del mercado cambiario, sí hay maneras de influir en su comportamiento y básicamente tiene que ver con el costo de oportunidad de mantenerse invertido en pesos mexicanos.
Hay cierto nivel de riesgo país, el deterioro financiero aumenta ese riesgo, las ocurrencias de este régimen también alerta a los inversionistas, pero si el premio monetario es tan alto como el actual, se cubren esos riesgos ante muy jugosos rendimientos.
En estos momentos en los que el dólar estadounidense es débil y la tasa de interés interbancaria en México es 1.5 veces más alta que la inflación, hay incentivos para tener pesos en la mano.
Con la liquidez que tiene este mercado, no será difícil para muchos salir con rapidez ante cualquier cambio de señales.
Por lo que a este régimen que vende espejitos con un peso fuerte le viene muy bien la política monetaria restrictiva del Banco de México que influye en un tipo de cambio fuerte.
Lo peor del caso es que resulta más dañino para la economía mexicana tener una paridad tan fortalecida que un nivel más equilibrado.
Por supuesto que nadie quiere las devaluaciones que hemos vivido, incluso durante este sexenio, porque sus efectos son devastadores.
Pero las familias que reciben remesas obtienen menos pesos por los dólares transferidos y los exportadores también reciben menos recursos en dólares cuando sus costos son en pesos.
El margen de maniobra para el Banco de México se reduce y pronto deberá tomar la decisión de bajar la tasa de interés referente, eso debe pasar factura a la paridad cambiaria.
Si no hay locuras en Palacio, si las finanzas públicas no se descomponen tan rápido, si no hay sobresaltos en torno al proceso electoral y si el ambiente externo tiene relativa calma la paridad podría tomar un nivel estable definitivamente por arriba de los 17 por dólar.
@campossuarez