En “medio de la nada” ráfagas de viento polar barren las pistas de un viejo aeródromo de Nueva York en desuso, dónde viven unos mil 800 migrantes, convertido en símbolo de la crisis migratoria que vive la ciudad desde hace casi dos años.
Aisladas en una bahía en el extremo sur de Brooklyn, estas familias “empiezan su vida desde cero”, cuentan varios solicitantes de asilo enviados a la base de Floyd Bennett Field por falta de alojamientos.
Hasta 500 familias pueden dormir en camas de campaña pegadas unas a otras, instaladas en grandes carpas.
La elección del lugar es muy criticada. “Floyd Bennett Field no es en absoluto un lugar apropiado para alojar a familias sin techo con niños. Las familias están realmente en medio de ninguna parte, no hay intimidad, las duchas y los baños están en carpas separadas”, lamenta el director de la asociación Coalición para los Sin Techo, Dave Giffen.
“Es un poquito complicado. Pero toca tratar de adaptarse. Tenemos un techo ahí donde descansar. Unas cobijas”, dice David Fernández, un ecuatoriano de 32 años, que lamenta el frío, el ruido y la distancia de la ciudad. En las inmediaciones no hay comercios ni servicios.
Puerta de entrada para millones de inmigrantes a EU en el siglo XX, NY está obligado por ley a proporcionar un techo a aquel que lo solicite.
Desde la primavera de 2022 da alojamiento de emergencia a más de 180 mil personas que huyen de Venezuela, Ecuador, Colombia, pero también de Guinea, Senegal, Mauritania, Rusia y Haití.
Actualmente, cerca de 65 mil personas siguen alojadas en más de 210 centros de acogida como hoteles, gimnasios y en “centros humanitarios” como la vieja base aérea.