Nos encontramos en medio de la Semana Santa, un período para muchos vacacional, para otros de labor cotidiana y en medio de una serie de situaciones y acontecimientos que inquietan o abruman a cualquiera: la inseguridad, el conflicto electoral, la división y el enfrentamiento social, entre otros muchos temas.
Como si no fuera suficiente el ritmo acelerado y el estrés de cada día, en el cual lidiamos con los tiempos de traslado al trabajo, el tráfico, los pendientes de cada jornada y nuestras relaciones humanas, entre otros, nos preocupa el ver un futuro complejo y lleno de incertidumbre.
Sin embargo, tenemos cada año una temporada que Dios nos regala para recuperar la fe y la esperanza, si nos damos la oportunidad de hacer un alto en el camino y volver la mirada hacia él, que como el padre del hijo pródigo está a la espera de cada uno de nosotros con los brazos abiertos para mostrarnos su amor sin reservas.
El centro y fin de la historia de salvación es la resurrección de Cristo, después de haberse hecho hombre, dejarnos su enseñanza, y padecer por nuestras faltas, para que podamos volver a él después de nuestra vida en este mundo.
En estos días donde la luna llena brilla con todo su esplendor (para los que se preguntan porqué la Semana Santa cambia de fecha cada año, ésta se celebra el domingo siguiente a la primera luna llena del equinoccio de primavera) tenemos una oportunidad inmejorable de ver con esperanza el futuro a los ojos de la fe.
Dios nos invita en estos días al recogimiento y a reflexionar sobre el misterio de salvación, con su pasión muerte y resurrección, por la cual hemos obtenido la gracia de una eternidad a su lado, si somos capaces de dejarnos amar y seguir su ejemplo.
Si dejamos de ver a Dios como el juez implacable y lo empezamos a ver como quien nos ama más que cualquiera que podamos imaginar, seguramente nos acercaremos a él con mayor confianza y seremos capaces de disfrutar de su cuidado, amor y perdón. Sobre esto hay una gran verdad: es imposible conocer a Dios y no enamorarse de él. Por lo tanto la invitación es que hagamos la prueba y veremos que bueno es nuestro señor.
Esta semana habrá muchos momentos para poder vivir una experiencia de cercanía con Dios. Ahí está esperándote, sin condena, con ganas de abrazarte y decirte que te ama, que perdona tus faltas, que te ayudará a tener ese cambio que requieres para vivir pleno, que tomará tu mano y no te soltará mientras tú se lo permitas. Anímate a experimentar el mayor amor que existe.
Nuestra realización personal y el saber lidiar con las dificultades de este mundo depende de qué tanto nos dejemos guiar por quien es la felicidad plena. Dejémosle mostrarse en estos días como quien ama hasta la cruz y venciendo a la muerte nos da vida, por el bien nuestro y de los que amamos.