En medio de un mundo que observa con creciente preocupación los efectos del cambio
climático, una noticia resuena con particular inquietud: la vía navegable más famosa de
América se está secando. Mientras el Canal de Suez, históricamente protagonista de las rutas
marítimas internacionales, se beneficia de su conexión con el Mar Rojo, el Canal de Panamá
afronta una crisis hídrica que cuestiona su viabilidad a largo plazo.
Mientras el Canal de Suez cuenta con el mar como fuente inagotable, el Canal de Panamá
depende del lago Gatún, un cuerpo de agua dulce que ha visto disminuir peligrosamente sus
niveles. Esta sequía histórica, exacerbada por fenómenos climáticos como El Niño, ha
provocado una disminución drástica en el tráfico de buques en un momento en el que cada
segundo cuenta, cada dólar tiene peso, y donde el impacto se extiende a todos los rincones del
comercio mundial.
Los números hablan por sí solos. De permitir el paso de 38 buques al día, ahora la Autoridad
del Canal ha tenido que reducir este número a sólo 20, con perspectivas de disminuirlo aún
más. Las restricciones impuestas han generado cuellos de botella, retrasos y un aumento
significativo de los costos de envío.
Pero el problema no se limita a los negocios. La población panameña también se ve afectada,
ya que la Autoridad del Canal de Panamá es responsable de suministrar agua potable a la
mitad de la población del país. Por lo que la crisis hídrica del canal no es sólo un problema
económico, sino que también se trata de una crisis que afecta la vida diaria de miles de
personas.
Ante este escenario, las autoridades panameñas se enfrentan a un dilema de amplias
proporciones. Las inversiones pasadas para expandir el canal han resultado insuficientes frente
a un cambio climático que avanza sin pausa. Se habla de planes ambiciosos, como la
construcción de embalses o la implementación de plantas desalinizadoras, pero estas
soluciones enfrentan desafíos logísticos y financieros considerables.
Mientras tanto, el comercio mundial observa con inquietud. El Canal de Panamá, durante
décadas un símbolo de eficiencia y progreso, se tambalea en medio de un escenario incierto.
La pregunta que todos se hacen es si este ícono de la ingeniería moderna podrá adaptarse y
sobrevivir en un mundo cada vez más volátil.
El futuro del Canal de Panamá está en juego, y con él, una parte significativa del comercio
mundial. Si no se encuentran soluciones efectivas y sostenibles, el impacto se sentirá en cada
rincón de la región, recordándonos una vez más que la naturaleza no espera y que las
decisiones que tomamos hoy tienen repercusiones globales a largo plazo. El Canal de Panamá
no sólo necesita agua para navegar, necesita un plan integral y colaborativo que asegure su
viabilidad y sostenibilidad en las décadas venideras.

Consultor y profesor universitario
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