Para cuando usted lea estas letras, ya se habrá enterado de todo lo relativo al primer debate entre las candidatas a la Presidencia y el colado de Fosforena. Sirvió para confirmar lo que ya sabíamos; mil acusaciones de todo tipo para ver quién era la peor de las dos. Un formato absurdo que ya no da para más. Al final hay dos grandes perdedores: el INE y los ciudadanos con un espectáculo inútil y lamentable.

Prefiero compartirles una experiencia mucho más enriquecedora y positiva: cuando Julián, mi sobrino, me llamó para que pasáramos un día juntos, sólo por el gusto de vernos y platicar de la vida, no lo dudé ni un minuto. Él es de esa generación de mexicanos que, a nosotros los adultos, nos cuesta tanto entender y a los que, en muchas ocasiones, les hacemos juicios de valor inapelables. Es justo decir que, en reciprocidad, muchos de ellos nos aplican la misma receta.

Clasemediero y con aspiraciones de superación irrefrenables, Julián tiene una preparación académica de excelencia, forjada primero en la UNAM y después en el extranjero, que lo han convertido en un investigador científico de primera línea. Hoy trabaja fuera de México, pero ama a su país con una visión diferente, esa que tanto nos hace falta escuchar.

Nos vimos con calma, con una cerveza bien fría en la mano, con esa disposición que te da el cariño incondicional, sin prejuicios, dispuestos a debatir de todo y a escuchar con interés la opinión de “el otro”. A veces no coincidimos en ciertos temas, y su opinión no sólo es diferente, sino contraria a la mía. Pero eso nunca nos convertirá ni en adversarios ni mucho menos en enemigos. Todo lo contrario, nos complementa.

Sentados en el bar de la librería Porrúa del Zócalo, sin preámbulo de por medio me dice Julián: no estoy de acuerdo de la forma (y en algunas ocasiones del fondo) de tus artículos y tus expresiones. ¿Cuál fue mi primera reacción? La defensa siciliana (clásica de alguien de mi edad y condición) a lo cual, con la sabiduría que da la juventud y el cariño, Julius me hace ver que la cosa es tranquila, que él y mucha gente que él conoce es feliz con el Gobierno de AMLO. Julián no recibe ninguna beca ni su familia. Nadie lo tiene comprado.

Me comentó también, con objetividad, las muchas cosas en las que está en total desacuerdo con AMLO y la 4T. Nos quedó claro que él va a votar por Claudia y yo por Xóchitl. Y así, contentos, sin insultos ni descalificaciones personales, cada quién defendió su punto de vista; aprendimos el uno del otro. Y sí, felices.

Me explicó porqué no se siente representado por los partidos políticos, pero que a pesar de su enorme desilusión piensa votar, sin duda alguna, lo hará fuera de México, y no piensa abstenerse. Julius me dejó claro que no le dará un cheque en blanco a Claudia, y que va a razonar su voto cruzado al Congreso.

¿Conocemos de verdad a nuestros jóvenes? Creo que inclusive muchos de ellos están entendiendo la política mucho mejor que los políticos y los “expertos”. Le dije a Julius, convencido, que si el país es feliz, no es por los méritos de AMLO, sino a pesar de AMLO y que esa felicidad puede y debe ser compartida.

Hay muchos mexicanos que piensan como Julián, algunos diferente a, y otros contrario a él, pero que aman a su país y están comprometidos con la ley y con el respeto a su prójimo, son el verdadero México posible. El que viene.

¿Podemos seguir juzgando al que piensa diferente de tonto o irresponsable? ¿Podremos algún día volver a discutir sin agredirnos? Sí, sí se puede.

Cerramos un día increíble en Coyota, un mini paraíso en Tacuba, siendo más y mejores amigos. ¡Gracias Julián!

 

    @Pancho_Graue

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