El 12 de agosto de 2022, momentos antes de comenzar con su ponencia en el Instituto Chautauqua, en Nueva York, Salman Rushdie fue apuñalado por un hombre que invadió el escenario con un cuchillo en mano. El escritor tuvo que ser trasladado de emergencia en helicóptero para recibir atención médica.
Días después, su agente declaró a El País que Rushdie había perdido por completo la vista de un ojo, la movilidad de una mano y que las heridas del cuello, pecho y torso, habían sido graves. Pero iba a vivir, destacó, y así fue.
A casi dos años de distancia y a días de la publicación de Cuchillo (Random House), libro que recoge sus “meditaciones tras un intento de asesinato”, el escritor nacido en Bombay y más tarde naturalizado británico-estadounidense mantuvo una conversación con el periodista Anderson Cooper. Se trata de la primera entrevista en casi dos años.
“Uno de los cirujanos que salvó mi vida me dijo: “primero fuiste muy desafortunado y después tuviste mucha suerte”, y yo respondí: “¿cuál es la parte donde tuve suerte?”, entonces el médico reviro: “bueno, la parte de suerte es que el hombre que te atacó no tenía ni la más remota idea de cómo matar a un hombre con un cuchillo”, narra el escritor, mientras esboza una sonrisa y mira directo al entrevistador con el único ojo que tiene visible.
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En un video, publicado en exclusiva con el diario inglés The Guardian, el autor de Hijos de la medianoche lee de viva voz uno de los fragmentos donde describe los segundos previos al desafortunado suceso:
“Lo último que mi ojo derecho pudo haber visto fue al hombre vestido de negro corriendo directamente hacia mí desde el ala derecha del área de espera. Ropa negra, una máscara también negra. Venía fuerte y agachado, como un misil en cuclillas.
“Confieso que a veces me había imaginado a mi asesino alzándose en algún foro público y viniendo a por mí de esta manera. Así que mi primer pensamiento cuando vi esta forma asesina corriendo hacia mí fue: “así que eres tú, aquí estás”.”
Coordenadas
Fue con su cuarta novela, Los versos satánicos, que se ganó la admiración casi total de sus contemporáneos y, paralelamente, el desprecio total de la comunidad musulmana, al grado de que fue condenado a muerte a través de una fetua emitida por el ayatolá Ruhollah Musavi Jomeini, donde lo acusaba de blasfemo en contra del islamismo por el contenido vertido en la novela citada en un principio.
Además de exigir su asesinato, pedía el de todo aquel que hubiera estado involucrado en la publicación de la novela. Rushdie, claro, no fue asesinado. Sí lo fue Hitoshi Igarashi, el traductor de su libro al japonés. Asimismo, fue atacado, aunque no asesinado, Ettore Capriolo, su traductor al italiano.
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El libro se publicó en Reino Unido en septiembre de 1988, a través del sello editorial Viking. Pero fue prohibido en India, Sudáfrica, Pakistán, Egipto, Indonesia, Qatar, Malasia, Somalia, Sudán y Arabia Saudita. Pese a ello, en otros países como Alemania o Francia, sólo después de las presiones fue publicado. En otras latitudes como Turquía e Irán, sin embargo, sólo de contrabando, a través de versiones piratas.
Desde aquel 14 de febrero de 1989 que fue emitida la fetua, pese a la muerte posterior el ayatolá Jomeini, el rompimiento de relaciones diplomáticas entre Reino Unido e Irán, la quema pública de libros, el retiro temporal de los mismos en Canadá y Estados Unidos, las decenas de manifestaciones, el asesinado de líderes religiosos y un sinnúmero de atentados en su contra, Salman Rushdie resiste, aunque ahora sin vista en un ojo y sin movilidad en una de sus manos. Su vida, sin embargo, parece que nunca dejará de estar en peligro.