DESTRUCCIÓN. Un hombre caminaba ayer entre una zona devastada cerca del hospital Al Shifa de la Franja, en medio de la guerra contra Hamás.
 

A más de 26 meses de la invasión a Ucrania, las muertes militares de Rusia han superado la marca de las 50 mil, según los últimos hallazgos del servicio ruso de la BBC, el grupo periodístico Mediazona, y diversos voluntarios. Esta cifra es ocho veces mayor a las 6 mil muertes reconocidas por Moscú en septiembre de 2022. Dicho aumento se ha atribuido a la intensificación de la estrategia militar del Kremlin, a menudo descrita como un “molino de carne”.

Esta táctica implica enviar un gran número de tropas, a menudo mal entrenadas o reclutadas en prisiones, al combate directo para abrumar las defensas ucranianas. Estas estrategias han provocado un fuerte aumento de las muertes, particularmente notable en batallas como las de Vugledar y Bajmut, donde los asaltos frontales y los terrenos desafiantes exacerbaron las pérdidas rusas.

El dato incluye al menos 27 mil 300 soldados rusos muertos sólo en el segundo año del conflicto, lo que supone un aumento del 25% respecto al año anterior, según el reportaje. Las investigaciones se han basado en varias fuentes, incluidos nuevos recuentos de tumbas en cementerios rusos, para reconstruir la magnitud de las pérdidas. En particular, estas cifras no toman en cuenta las bajas de las milicias prorrusas en las regiones de Donetsk y Lugansk, lo que sugiere que las cifras reales podrían ser mayores.

Del lado ucraniano, la lucha continúa en un contexto de una política internacional que determina los flujos de ayuda militar. En febrero de 2024, el presidente Volodímir Zelenski dijo que 31 mil soldados ucranianos habían muerto, pero las estimaciones de la inteligencia estadounidense sugieren pérdidas mayores.

Además, los ataques con misiles contra Chérnigov de ayer, que mataron al menos a 17 personas, son muestra de las amenazas constantes que enfrentan los civiles. Por lo mismo, los llamados de Zelenski a un apoyo de defensa aérea más sólido por parte de los aliados occidentales han aumentado, en especial por la necesidad de equipos para proteger infraestructuras críticas y áreas civiles.

En medio de estos acontecimientos, el reclutamiento de prisioneros para las filas militares rusas se ha convertido en un punto central. Inicialmente bajo la dirección del Grupo Wagner, y más tarde del Ministerio de Defensa ruso, estos reclutas combaten en condiciones precarias, a menudo con una formación mínima y un equipamiento deficiente. La tasa de supervivencia de estos combatientes es muy baja y muchos no sobreviven más allá de unos pocos meses.