En el cincuentenario de la Revolución de los Claveles, un golpe de Estado sin derramamiento de sangre dirigido por jóvenes oficiales de Portugal, que puso fin a 48 años de dictadura y a 13 de guerras coloniales en África, decenas de miles de personas celebraron ayer en Lisboa.
El tradicional desfile popular por la Avenida de la Libertad, punto final de cientos de iniciativas a lo largo de varias semanas, reunió a una inmensa multitud por la tarde.
“25 de abril, ¡siempre! ¡Fascismo, nunca más!”, gritaron los asistentes con claveles rojos en la mano o en el ojal. “Es una gran alegría estar aquí”, declaró Helena Pereira, que tenía dieciséis años cuando se produjo el alzamiento de las armas.
El régimen derrocado en 1974 nació con una dictadura militar instaurada en 1926. El entonces ministro de Finanzas, António Salazar, dirigió luego el gobierno, bajo el lema “Dios, Patria, Familia”, cuando fue reemplazado por el profesor Marcelo Caetano.
Las celebraciones actuales se dan en un contexto de repunte de la ultraderecha, encarnada por el partido Chega (Basta), que en las elecciones legislativas del 10 de marzo se convirtió en la tercera fuerza política del país, con 18% de los votos.
Según una encuesta, la mitad de los habitantes estima que el régimen autoritario derrocado en 1974 tenía más aspectos negativos que positivos, aunque una quinta parte piensa lo contrario.
El 65% de los interrogados considera que la Revolución del 25 de abril constituye el acontecimiento más importante de la historia.
La Revolución de los Claveles fue bautizada así porque la población, que inmediatamente se puso del lado de los golpistas, distribuyó estas flores de primavera a algunos soldados que las clavaron en el cañón de su fusil.