Ante 10 mil fieles, a los que advirtió del impacto del turismo de masas para el medioambiente, el papa Francisco presidió ayer una misa, en su primer viaje en siete meses debido a su delicado estado de salud.
El Papa, de 87 años, mostró un buen semblante y cumplió con una agenda cargada, unas semanas después de sufrir un episodio de fatiga que generó preocupación durante la Semana Santa.
Tras visitar una cárcel de mujeres, donde saludó, una por una, a las cerca de 80 reclusas, personal y voluntarios, llegó a la plaza de San Marcos de Venecia a bordo de una embarcación que navegó por el Gran Canal escoltada por una multitud de gondoleros.
La visita del papa coincide con la reciente entrada en vigor en Venecia de una tasa de entrada de 5 euros para los turistas que visiten la ciudad por un día.
Antes de la misa, Francisco pronunció un discurso ante mil 500 jóvenes en la emblemática basílica de Santa Maria della Salute de Venecia.
Tras este viaje, tiene previsto realizar otros dos al norte de Italia.
Francisco no viajaba desde su visita a Marsella, en el sur de Francia, en septiembre de 2023. Una bronquitis le obligó a cancelar su viaje a Dubái en diciembre por su estado de salud, cada vez más frágil.