Es muy difícil hacer más el ridículo. Y más cuando el ridículo adquiere una conciencia de notoriedad.
Jamás en la reciente historia de España un presidente había dejado al país en suspenso porque tenía que “reflexionar” sobre dimitir o seguir frente a la presidencia del gobierno.
Cuando un político tiene una decisión de esta naturaleza no espera cinco días para saber si va a dimitir o no. Se piensa, se medita con madurez y entonces, una vez tomada la decisión, se dimite o se sigue, pero no se verbaliza para tener a todos en ascuas y luego decir que sigue al frente del ejecutivo. En otras palabras, que lo que ha hecho Pedro Sánchez no deja de ser un berrinche de un adolescente.
Toda esta historia, esta película de ficción, nace a raíz de los supuestos tratos de favor que su mujer, Begoña Gómez, tuvo con diferentes empresas en un tráfico de influencias que todavía, eso sí, se tiene que demostrar.
Ahora, la jugada le ha salido muy bien. Es más, ha sido maestra, esto de deshojar la margarita, el “me quiere o no me quiere”, le ha dejado a casi diez puntos de ventaja sobre el Partido Popular, cuando éste ya le había superado. Pero es que además sus socios, los separatistas catalanes y vascos, están ahora mucho más contentos que antes. Han visto reforzada la posibilidad de separarse de España. Este numerito que Pedro Sánchez ha creado, este circo, les ha dado alas para que los secesionistas sigan haciendo de las suyas. Tanto es así que cuando Pedro Sánchez pronunció la palabra “reflexionar” sobre su permanencia en el gobierno, los separatistas catalanes y vascos se echaron a temblar. Sin embargo ya no tienen que estar preocupados, Sánchez seguirá en el poder y continuará dándoles todo lo que pidan, incluso a riesgo de separar el país. Para Pedro Sánchez no hay nada más por encima de permanecer en el poder, a costa de lo que sea.
@pelaez_alberto