El Doctor Patán está de acuerdo con lo que dijo Joaquín López-Dóriga hace unos días: lo mejor de que terminen las campañas es que, con ellas, van a terminar los spots.
La verdad es esta: los partidos, en esto, sí lograron ponerse de acuerdo, y nos asestaron, un año más, 52 millones de videítos, que les salen, por esos misterios de la legislación electoral mexicana, gratis, hagan de cuenta que fuera por el bien de la ciudadanía o, como decimos en la 4T, el Pueblo Bueno.
Por supuesto, no se trata sólo de los spots. Súmenle los carteles, los espectaculares y las entrevistas a modo. Una monserga, una monserga de veras mal hecha y sobre todo una monserga inútil, salvo para el publicista que se dedica a decirle al candidato en turno que va a “cambiar la narrativa” a cambio de no sé cuántos millones.
Ok: el Doctor Patán, que lleva unos años en esto, está en condiciones de decirles que no hay tal cosa como “cambios de narrativa”. Que no gasten en eso. Que de esos 52 millones de spots, más carteles y espectaculares, los que han logrado cambiar el voto de una ciudadana o un ciudadano o ciudadane, a estas alturas del siglo XXI, suman, como asegura El Tícher: cero. Esos spots y demás, al día de hoy, para decirlo en una palabra, no sirven para otra cosa que para complicarle el negocio a los medios de comunicación y para que tú y yo, ciudadana, ciudadane, ciudadano, le pongamos “mute” al dispositivo en turno y nos ocupemos de otra cosa mientras acaba la sandez electoral.
¿Quiero decir con esto que toda la propaganda electoral refleja estupidez y hueva mental? No exactamente. El Doctor Patán, como he contado antes, sale de su casa en la alcaldía Miguel Hidalgo, ve los diez carteles con la cara de Miguel Torruco que hay en su calle, que no tiene más de 100 metros, y se llena de pensamientos positivos.
“Qué ganas de que me explique la diferencia entre izquierda y derecha”, por ejemplo. “Qué orgullo tener como candidato al Norberto Bobbio mexicano”. O: “Mike, dime qué onda con El Príncipe de Maquiaveli”. Lo mismo pasa con lo que quieran: “Qué padre canción. Qué suerte tienen los que viven en –es un decir– Tejupilco”. O Huejutla, Tulancingo o el bordo de Xochiaca. Pero el voto no cambia. Uno lo tenía claro y lo sigue teniendo claro.
Lo que quiero decir es que la austeridad republicana podría empezar por ahí, y miren que, rumbo a #DoctorPatán2030, ya tenía diseñado el espectacular: cuerpo completo, guayabera, lábaro patrio en la mano, mirada al porvenir. Tendremos que sacrificarnos.
@juliopatan09