Durante el tercer debate entre las personas aspirantes a la Presidencia de la República, la doctora Claudia Sheinbaum, candidata de la coalición Sigamos Haciendo Historia, comenzó como puntera y terminó como puntera. Tuvo una actitud acertada, al no engancharse en provocaciones, y presentó con claridad su discurso y sus propuestas. Fue una muy buena expositora del proyecto de nación que México demanda y requiere.

Respecto al tema “Inseguridad y crimen organizado” (uno de los abordados durante el debate), fue la única de los tres aspirantes que pudo ofertar resultados, lo cual fue posible gracias a lo logrado durante su gestión como jefa de Gobierno de la Ciudad de México. Además, hizo otros planteamientos, como los cuatro programas que ofreció implementar para fortalecer la seguridad en el país. En primer lugar, las causas; en segundo, el sistema de coordinación entre estados, policías y poderes; en tercero, el combate a la impunidad y, en cuarto, la política de bienestar para rescatar a las juventudes y reconstruir el tejido social.

Por su parte, la candidata del bloque opositor volvió a caer en el exceso de utilizar el epíteto de “narcocandidata”, esta vez, basando su argumento en un libro publicado por una periodista cuyas fuentes son poco menos que cuestionables, aún y cuando esto fue prohibido por la autoridad electoral. Lo anterior dio pie a una intensa infodemia, sobre todo en las redes sociales, para tratar de señalar supuestos nexos de Claudia Sheinbaum e integrantes de nuestro movimiento con el crimen organizado.

Este tipo de desatinos son bastante comprensibles, incluso podemos decir que son fruto de la desesperación. Estamos en la recta final de las campañas electorales, el último trecho en el que las y los candidatos —y sus partidos— buscan posicionar sus propuestas y obtener el voto de la ciudadanía.

A medida que avanzan los últimos días de la campaña, resulta evidente que Claudia Sheinbaum no sólo ha mantenido una ventaja constante en las encuestas, sino que ha demostrado ser la opción más sólida y coherente para liderar a México. Precisamente, esta visión sólida de país lleva a los opositores a recurrir a tácticas desesperadas como, en lugar de contribuir a un debate constructivo, optar por el sensacionalismo y la desinformación, subestimando la inteligencia del electorado.

Sin embargo, pese a los momentos críticos, confiamos en la madurez de la ciudadanía para discernir entre la verdad y la mentira. El próximo 2 de junio, México tiene la oportunidad de dar un paso decisivo hacia la transformación. Cada voto cuenta y cada voz es fundamental para asegurar que el futuro de nuestro país estará en manos de quien verdaderamente tiene un compromiso con el bienestar del pueblo.

 

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