Se dieron a conocer por charros, por vivir con privilegios de las cuotas sindicales, por hacer de los sindicatos empresas familiares, el claro ejemplo es Napoleón Gómez Urrutia, en el sector minero, un lastre para la industria y un gran explotador de la clase trabajadora, pero no es el único que por ambición y una paupérrima ética, negoció el progreso de los trabajadores de México.

Charros encabezados por Napillo, con la obligación de asegurar que  la economía de los trabajadores mejorara, violaron la Constitución y distorsionaron por completo el derecho al reparto de utilidades, lo toparon y acordaron un pago máximo de 90 días de salario o bien el promedio de los tres últimos años recibidos por este derecho y cínicamente dijeron, “lo que beneficie más al trabajador”.

Ha sido el golpe económico más duro para los trabajadores, mínimo, de la última década y, es que, los que recibían utilidades las vieron disminuidas a su mínima expresión. En pocas palabras, fue un asalto de los supuestos representantes obreros que ocupaban, ya sea por imposición o por regalo, una curul en el Congreso, tal como pasó con Napillo.

Lo votaron a favor y lo escalaron a ley en la reforma laboral de 2019. En menos de seis años éstos, junto con legisladores en su mayoría de Morena, la maquinaria gubernamental y algunos empresarios, acabaron ilegalmente con este derecho que tenía 62 años vigente. Pactaron la reducción de utilidades, sin importarles que como en mi sector, el minero, recibíamos cantidades muy superiores a lo que ellos acordaron bajo todo tipo de intereses.

Que tan torcida estará la cosa, que Napillo asegura que defiende a los trabajadores cuando en realidad los vende a la empresa que a él más le conviene. ¿Cuánto estará ganando Napillo a cambio de mochar los ingresos de los trabajadores?

Justificaron esta aberración diciendo que con la reforma todos los trabajadores de México recibirían utilidades equivalentes a tres meses de salario, jugaron al Robin Hood, le quitaron a unos para darle a otros, valiéndoles la Constitución. Como es costumbre, decidieron sobre dinero ajeno.

La reforma  no fue benéfica, esos fueron dichos del mitómano y protegido favorito de esta administración, Napoleón Gómez Urrutia, a quien pusieron como presidente de la Comisión de Trabajo del Senado de la República, que también robó mil millones de pesos a sus agremiados y que goza de fuero para no pisar la cárcel.

Ahora, Napillo, después de vender a los trabajadores, se siente con la moral para señalar de charras a otras organizaciones, cuando se ha demostrado que él es un comerciante de mineros.

La realidad, y no otros datos, es que tras la reforma, los trabajadores están molestos, reciben menos utilidades y como nunca estallan paros y huelgas en sectores como el minero, restaurantero, incluso en cines. Los  obreros exigen el pago del 10 por ciento como lo estipula la Constitución; sin embargo, ninguno de los charros y mucho menos Napillo han tenido el valor de aceptar que fueron ellos los culpables al pactar  la disminución a las utilidades o PTU.

No olvidemos que ellos  vendieron a los obreros, los que arrebataron el dinero que ganábamos, los mismos que hoy piden el voto prometiendo que seguirán beneficiando a la clase trabajadora, los que nos quitaron las medicinas y la posibilidad de aspirar a una vida mejor.

Ellos no dejaron de comer, de complacer a su familia, de comprar lo que quisieron, ellos vendieron a los trabajadores y se beneficiaron; Esos son los charros que ahora presume la 4T, que protege y con los que negocia.

 

     @CarlosPavonC